La neuroeconomía y la neuropolítica

La neuroeconomía y la neuropolítica

José Miguel Gómez

El ser humano ha ido perdiendo su libertad, la toma de decisión propia, el libre albedrio con el que asumía la gran parte de su conducta social.

La inteligencia artificial, las nuevas tecnologías han despojado a las personas de cosas tan significativas y de tantos derechos como: la libertad, la privacidad, las decisiones de su vida, o por quién votar, a quién elegir, en qué gastar su dinero, donde viajar, o cosas tan simples como los alimentos, la ropa o la diversión.

Antes, el determinismo explicaba que, todas las causas que suceden en la vida operaban según leyes físicas, energías, situaciones o fuerzas superiores que influían en las decisiones y comportamientos sociales. Pero el libertarismo, plantea que somos realmente libres, actuamos y decidimos de forma racional; o sea, las razones influyen en las acciones, las decisiones y hasta en las consecuencias.

Pero después de la década del cerebro, del desarrollo de la neurociencia, de los químicos del cerebro, células espejos y de la neuroestimulación, vemos como en el cerebro descansan las decisiones, los estímulos, el impulso y las gratificaciones o los circuitos de recompensa.

El neuromarketing, los algoritmos que predicen las tendencias y estudian los comportamientos sociales, económicos, los valores y las normas de la sociedad en periodos determinados; lo hacen estudiando zonas del cerebro; fijando los conceptos a través de las células espejos; ejemplo, lo que no has visto no lo necesitabas, una vez lo percibes, a través de una publicidad impulsiva, te crean la necesidad del consumo, el impulso de comprarlo, y la gratificación o placer por obtenerlo: Dopamina, núcleo acummen, sistema límbico.

La economía del comportamiento utiliza la neurociencia para planificar, ejecutar y lograr influenciar en las personas en qué gastar su dinero, su placer, su “éxito” y hasta su “felicidad”. Con solo darle al celular lo que te gusta se activan tus áreas de interés, te mandan de forma impulsiva y constante los contenidos que al cerebro le demanda atención, concentración, deseo, pasión, emoción, energía y mucho placer.
Así pasa en la neuropolítica: a través del algoritmo nos crean los temas, las áreas de interés, los miedos y la necesidad de protección o nos alinean y nos influyen a tomar decisiones políticas.

El votante indeciso, o fortalecer el voto duro son tareas del neuromarketing, de influencia artificial, de la tecnología que condiciona el cerebro de las personas.

Cada día vamos a ser menos libres, menos dueños de nuestras vidas y de las decisiones que asumimos o que dependemos. Hemos perdido la libertad, la privacidad, parte de los valores y de las normas de vida que construían la identidad, el humanismo y la empatía social.

Las adicciones, los comportamientos sociales, el consumo, la construcción de los candidatos políticos, las marcas y los símbolos, el discurso, los intereses que agrupan y le crean necesidades de aflicción a las personas, estarán sometidas por la neuroeconomía, la neuropolítica y la neuróetica.

La apatía, la diferencia, la falta de indignación por lo que sucede en nuestras comunidades, vecinos, familiares y amigos, es la expresión y resultado de la tecnología y de los riesgos de la inteligencia artificial.

Es cierto que la tecnología y la inteligencia artificial ayudarán grandemente a la ciencia, la economía y al confort de la vida.

La neuroética parece no regular en la neuroeconomía, ni en la neuropolítica, el mundo no se regulariza ni acepta normas o controles colectivos para preservar el bien común de las personas. ¡qué pena!

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