No es un secreto: el desarrollo de una nación se mide por cómo trata a sus sectores más vulnerables, incluyendo a la niñez. De ahí surge el reclamo histórico de que el Estado dominicano y la sociedad cuiden más y mejor a los niños, niñas y adolescentes e inviertan mucho más en ellos y ellas, porque serán los adultos del futuro.
De hecho, muchas personas adultas llevan consigo heridas y traumas relacionados con su infancia: abandono, violencia, abusos sexuales… Todas estas cicatrices suelen traducirse en adultos violentos, deprimidos, ansiosos y poco productivos, lo que conspira contra una sociedad sana, cuya base es una ciudadanía sana.
Por eso, aunque la niñez y la adolescencia se traten de un sector social cuyo retorno no es materialmente tangible, como ocurre, por ejemplo, con la infraestructura, ningún país puede desarrollarse y ser sostenible sin hacer la inversión social que este sector merece.
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No obstante, como sucede con todas las políticas públicas, esto primero requiere una visión clara de estas realidades y, posteriormente, voluntad política. Estos factores deben combinarse con un mayor presupuesto y la designación de personas idóneas para la toma de decisiones.
Gratamente, esta semana fui testigo de dos actividades que me permiten concluir que, en este momento, muchos de estos factores están presentes y se están conjugando de manera favorable en el sector infancia de la República Dominicana.
Por un lado, el Consejo Nacional para la Niñez y la Adolescencia (CONANI) presentó su memoria institucional 2020-2024. Fue muy alentador conocer datos positivos, como la significativa reducción en los embarazos adolescentes, que pasaron de 32,061 casos en 2019 a 23,070 en 2023, articulando toda una política de prevención y atención a las uniones tempranas y al embarazo adolescente (PPA).
Además, el incremento de los hogares de paso de 7 a 11; la atención a 45,484 niños, niñas y adolescentes; unos 15,000 menores recibieron atención en servicios residenciales y 633 niños, niñas y adolescentes fueron adoptados, recibiendo una nueva oportunidad de vivir en familia.
A esto se suma la creación del Gabinete de Niñez y Adolescencia (GANA), dirigido por doña Raquel Arbaje, que ha permitido una mejor articulación de los esfuerzos e instituciones a favor de la niñez. La niñez dominicana tiene quien le escriba.
Por otro lado, Plan Internacional República Dominicana, en conmemoración del Día Internacional de la Niña, organizó un recorrido denominado “Ruta de Protección: Voces y Liderazgo de Niñas en Acción”, que llevó a decenas de niñas a la Policía Nacional, el Congreso Nacional y el Ministerio de Educación, donde demandaron mayor seguridad en sus comunidades, escuelas más limpias y seguras, y leyes y acciones que las protejan de la violencia y los abusos sexuales, además de evitar la discriminación.
Usualmente, los periodistas somos portadores de malas noticias, pero me alegra ver avances importantes, como la mejor coordinación entre entidades como el Gana, Conani, Plan Internacional, Unicef, UNFPA y Supérate. Esto es vital porque el trabajo interinstitucional es el pilar del logro y el impacto de las políticas, programas e iniciativas.
Esto no significa que no haya desafíos. Advierto la necesidad de que ese simbolismo del Día de la Niña de visibilizarlas y colocarlas como portavoces de sus demandas y necesidades debe trascender esta fecha y convertirse en una práctica cotidiana. Además de que cada vez más hombres asuman sus responsabilidades en este tema, que muchas veces se estigmatiza como “cosas de mujeres”, cuando la realidad es que deben participar en la crianza y lucha contra la violencia hacia mujeres y adolescentes.
Y es que, como dijo Nelson Mandela, el bienestar de la niñez no solo es una responsabilidad, sino la piedra angular sobre la cual se construye el futuro de toda sociedad.