Santiago Nasar controlaba la finca de su progenitor, y nunca imaginó que un golpe de ira organizado por los hermanos Vicario impediría la cristalización de sus bodas con Flora Miguel. De paso, Bayardo San Román provocaba el desencanto familiar al devolver a Ángela, rumbo al altar y desacreditada bajo la excusa de la virginidad perdida. Todos sabían de la muerte, menos el potencial difunto. Un genio literario, como García Márquez, revestía de inigualable lucidez un relato transformado en «realidad» porque la ficción derrotaba un hecho cierto. Por fortuna, en tiempos de posverdad existen herramientas en capacidad de confrontar, ripostar y posibilitar que los ciudadanos hagan un balance justo entre acontecimientos incontrastables y componentes propagandísticos. En materia económica no existen capacidades taumatúrgicas. Por eso, la noción del bienestar para ser creíble amerita de acontecimientos ciertos, dinamitados por un bolsillo, estómago y poder adquisitivo, con vocación de resistir campañas de relaciones públicas impugnadas por los precios, salarios y altísimas cuotas de empleos en el sector informal. Ahora, el argumento resulta novelesco. No es que estamos bien sino menos mal que el resto de los países. De ahí, acomodos estadísticos e inversión multimillonaria en redes y medios formales que, en los últimos dos años, rebasan los 15 mil millones de pesos. Una nación transita por los rieles de la mejoría en la medida que la distribución de las riquezas toca todos sus estamentos. Desafortunadamente, el modelo de crecimiento dominicano se torna arrítmico debido a los pocos que concentran demasiado y el resto nada. Así estamos: la deuda pública consolidada alcanza 60% del PIB, 26.3% de los ingresos tributarios del Gobierno central amortizan los intereses de la deuda, la femenización de la pobreza lleva que, de cada 100 hombres pobres, 126 mujeres están en condiciones paupérrimas, la canasta básica familiar ronda los 50 mil pesos, 2.9 millones de ciudadanos no producen ingresos para sustentar a sus familiares mensualmente y 800 mil ciudadanos están adheridos al mercado informal de la economía. Una parte importante de la población, similar a lo acontecido en la novela Crónicas de una Muerte Anunciada, sabe lo que va a suceder cuando visitan los supermercados. Los potenciales compradores tendrán la misma suerte de Santiago Nasar porque los artículos de primera necesidad alcanzan niveles muy altos.
Puede leer: Al final, nadie puede contra su naturaleza
Desatender lo social priorizando el marketing y herramientas propagandísticas resulta riesgoso. En el terreno de los hechos, la volatilidad y descontrol de franjas ciudadanas sin perspectivas de solución a sus urgencias.