El mercado de la vida está lleno de interesantes ofertas, muchas de las cuales son irresistiblemente atractivas. Los diarios y las redes están cargados de ellas, pero hay algunas que aunque no aparezcan con tanta persistencia en los medios, debemos considerarlas seriamente.
Hay una entre éstas, que incluso hay quien pueda considerarla un cuento de hadas. Alguien la llamó: “la historia más bella jamás contada”. Aunque no hacemos alarde de ello, muchos nos sentimos seguros de que se trata de lo más interesante e importante que nos ha ocurrido en nuestras vidas.
Pero si es usted de los que preferiría ir a la India a consultar un monje tibetano para que lo aconseje sobre su vida presente y futura; le diría que la oferta a la que me refiero es, digamos, al mil por una. Pues sucede, que mientras para llegar al “Nirvana”, el paraíso de los hindúes, una persona tiene que pasar por grandes dificultades en esta y en muchas vidas; para llegar al lugar al cual me refiero, que está más cerca y es mucho mejor que Punta Cana y Jarabacoa juntos, tan solo requiere que usted haga pequeños esfuerzos cada día; una especie de pagos modestos, a plazos más o menos constantes.
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Con las ofertas tibetanas e hindúes, con usted solo fallar, meter la pata o equivocarse tendría que regresar de nuevo por muchos caminos anteriores; y hasta volver a ser una lagartija, un conejo o una rata; y reiniciar el camino anterior o someterse a largas y piadosas series de oraciones, o bien, meditaciones, para retomar el camino hacia el paraíso soñado.
Según los maestros de esas escuelas o gimnasias espirituales, usted debe ejercitarse en la comprensión y la contemplación del “ser perfecto”, con el cual usted se vinculará finalmente.
Afortunadamente, hace un poco más de dos mil años, alguien vino a la tierra y propuso un camino más corto, que puede ser o no ser duro y trabajoso, dependiendo de que pongamos en práctica algunos pocos consejos; tan sencillos como no hacerle daño a nadie, hacer todos los favores que usted pueda, y un par de otros detalles.
Esta forma de ser y hacer ha sido exitosamente practicada por muchas gentes humildes y poco instruidas. El que la propuso la hizo tan sencilla y fácil, que muchas gentes leída y encopetada suelen despreciarla y considerarla una historieta fabulada para ignorantes.
Pero, a los que aún disfrutan de un par de huevos sancochados con un poquitito de sal, o de unas vulgares habichuelas con un poco de azúcar; les resulta también bastante más fácil entender que lo mejor no siempre es lo más caro.
Pero lo mejor de esta oferta, es que podemos irnos derechos y sin escala hasta ese lugar increíblemente bello, donde además podremos estar, por el mismo precio, con nuestros seres queridos, en una festividad que nunca termina. Gentes sencillas como usted y como yo podemos alcanzarlo con un módico plan de una vida, sencillo, de amor y buenas acciones.
Se llama JESÚS.