Los triunfos podrían transformarse en futuras derrotas, en la medida en que las franjas victoriosas hagan de los resultados favorables fuente de excesos y locuras. Si se comete el error de quedarse en el entusiasmo de los resultados sin medir las causas que motivaron la impugnación al sector derrotado.
Los procesos de elecciones siempre llenan de satisfacción a la causa triunfante, sin embargo, también es importante leer los componentes del fracaso de los otros. Los resultados del pasado 19 de mayo representan la forma inteligente de la ciudadanía expresar su rechazo a un PLD, en sus dos versiones, sin renunciar al mensaje de advertencia al PRM.
Es decir, votamos a su favor, pero en caso de que nos defrauden, el látigo del castigo recaerá en las espaldas de los hoy vencedores.
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El PRM debe tomarse una cuota de serenidad, allanando todos los caminos para la lectura inteligente: si usamos la mayoría para atropellar, calcaremos la suerte de un PLD disminuido y una FP que no llenó sus expectativas electorales.
Con reformas pendientes en la agenda oficial, establecer puentes y capacidad de diálogo sincero combinado con una altísima dosis de tolerancia, podría trasladar a la sociedad un nivel de madurez en intención de cambiar mayorías electorales en consenso ciudadano.
Nunca en la historia nacional, la amplísima representación política expresada en lo congresual, municipal y presidencial tendrá la oportunidad de probar su sentido de utilidad como en las actuales circunstancias. Vencer sin convencer resulta trágico.
Además, una fuerza derrotada sin capacidad de interlocución frente al poder se convierte en obstrucción. De ahí, que la racionalidad en lo referente a cambios en la estructura fiscal, constitucional y electoral, deben acompañarse sin creernos que estamos solos en la cancha. No renunciemos a escuchar, entender a los que piensan diferente y aceptar que no detentamos el monopolio de la verdad.
En definitiva, más allá de la lógica partidaria, el PRM no puede revivir los fantasmas del viejo partido en lo referente al espíritu fratricida, agendas personales y aspiraciones fuera de tiempo.
El futuro será factible por la enorme capacidad de superar expectativas que, en el orden social y económico, generen la certeza de que el avance y cambio es de todos, por todos y para todos.
El desafío es que la sensatez prevalezca y que el espíritu de lo colectivo se imponga a los demonios del interés individual. ¿Todos lo entendemos?