Madrid, España. En la versión original de “La novicia rebelde” (“The Sound of Music”, 1965), cuando fraulein María (Julie Andrews) enseña a los hijos del capitán Von Trapp (Christopher Plummer) las notas musicales, cambia ‘si’ por ‘tea’ y la define como “a drink with jam and bread” (una bebida con mermelada y pan).
El guión, al escribir los nombres de las notas, hace trampa, para adecuarlas al inglés, lengua en el que las notas se conocen por una letra (C, D, E, F, G, A y H). Así, ‘do’ es ‘doe’; re es ‘ray’; mi es ‘me’; fa es ‘far’; sol se convierte en ‘sew’; la, menos mal, se queda como está (pero sólo se define como “una nota para seguir a sew»), y si, como apuntamos, se convierte en ‘tea’. Pero volvamos a la mermelada, que es la parte dulce de los desayunos.
En inglés podemos hablar de “jam” o de “marmalade». Ambas son mermelada, pero no se refieren a lo mismo. “Marmalade” sería una sustancia blanda, de sabor dulce pero ligeramente amargo, hecha cociendo frutas como la naranja con azúcar para conservarlas. “Jam”, en cambio, es un producto dulce, sin toque amargo. Así, hablaríamos de “orange marmalade”, pero de “strawberry jam».
Nosotros solemos hablar de mermelada de naranja amarga, para la que se utilizan el jugo y la piel de la fruta, pero a las de fresa, frambuesa, durazno y demás, dulces, también les llamamos mermeladas; nuestro Diccionario nos informa de que se trata de una “conserva de membrillos o de otras frutas, con miel o azúcar».
¿Membrillos? He de reconocer que jamás he tomado mermelada de membrillo, y sí, en cambio, dulce de membrillo (también conocido como carne de membrillo) y hasta jalea de membrillo, aunque el propio Diccionario nos dice que la jalea es “transparente”, y las mermeladas no lo son… ni siquiera muchas veces en sentido figurado, porque no sabemos de qué están hechas.