La partida de una memorable ex primera dama. Doña Rosa Gómez de Mejía, que súbitamente causó un sentido vacío con su deceso, queda en la memoria de los dominicanos como mujer paradigmática, modesta y fructífera, que más allá de la dimensión transitoria de primera dama de la República se extendió en el tiempo a través de un voluntariado de servicios a la niñez.
Ganó aprecio y respeto desde su posición como esposa del primer mandatario 2000-2004, don Hipólito Mejía Domínguez, lo que la mantuvo situada en gestiones de bien social complementarias a los roles políticos y gubernamentales de su relevante cónyuge.
Logró doña Rosa cosechar la admiración de su entorno cercano y trascender para el resto del país como madre modelo en el centro de una familia que es motivo de orgullo para sus forjadores y de admiración para todos los que han sido testigos de la calidad humana de sus descendientes.
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La partida de doña Rosa motiva duelos y solidaridad hacia los suyos en coincidencia de pesares que se superponen a contradicciones de todo tipo y motivan a reverenciarla como personalidad unificadora en la sociedad en que tuvo presencia y dio a conocer su nobleza y sensibilidad social.
Las declaraciones de duelo oficial a nivel nacional, en el Distrito Nacional y en su amado pueblo de los santiagueros, constituyen homenajes póstumos que corresponden a su dimensión excepcional. Paz a sus restos y consuelo a sus seres queridos.