La peña del Palacio de la Esquizofrenia

La peña del Palacio de la Esquizofrenia

Por: Edwin Disla

Nosotros, que éramos una capilla literaria intrascendente, jamás nos imaginamos que pronto nos convertiríamos en una de las peñas más célebres del país. Todo comenzó un sábado en la mañana de principios del siglo XXI: estando en la terraza de la Cafetería El Conde o Palacio de la Esquizofrenia, Luis Rodrigo nos invitó a unirnos a unos amigos que compartían con él en la mesa adyacente. En los inicios nos constituimos en un conglomerado tradicional que se juntaba para conjurar la soledad, analizando las cotidianidades en medio de discusiones e insultos. Luego con el apoyo de Luis Rodrigo, Alejandro Paulino, Jesús de la Rosa, Alcides Decena Lugo, Felipe Esteban Ariza y Juan Milcíades (Negrito), les dimos un giro didáctico y cultural al encuentro. Procuramos que se eligiera, indistintamente, un acontecimiento histórico importante, un tema de actualidad, un texto notable o una biografía de un líder político para analizarlo. En orden, cada quien expresaba su opinión y al final tratábamos de elaborar un resumen de consenso. Debido a que entre los integrantes había excombatientes de la guerrilla de Manolo y de la guerra de abril de 1965 como José Hungría, cuando se trataban esos temas se hacían unas descripciones tan verosímiles que nos parecía estar viendo filmes de acción.

Con respecto a los acontecimientos de abril, Jesús de la Rosa, quien había sido un soldado constitucionalista de primera fila, era el que más aportaba. Lo seguían José Rosado (Cabeza), Rafelito Aguirre y Nani López Molina. Este, al ser hermano de Máximo López Molina, fundador del Movimiento Popular Dominicano (MPD), nos relataba su interesante devenir. Los esfuerzos de Máximo por crear un frente interno que apoyara en 1949 al desembarco de la expedición de Luperón; su arribo al país en 1960 sin ninguna garantía, bajo la consigna “Lucha interna o Trujillo siempre”; y cómo Johnny Abbes le infiltró el espía Mario Jerez Cruz, responsable del asesinato de 84 simpatizantes del MPD, entre ellos a Daniel Decena, hermano de Alcides Decena. El locutor Luis Lizardo (Güicho), por su parte, mánager de la agrupación La Familia André, nos hablaba de la trayectoria de la agrupación. Fernando Echavarría, director, creó el género musical fusón, el cual, lamentablemente, no tendría el mismo éxito internacional que el reggae de Bob Marley. El carismático hombre público Luis Acosta Moreta (el Gallo) nos narraba la vida de los políticos, en especial la compleja de Balaguer. Alejandro Paulino y Cristóbal Rivera, antiguos izquierdistas, abundaban sobre la lucha contra el despotismo balaguerista. En una ocasión, los corecatos de Miguel Cocco planificaron ajusticiar a Balaguer valiéndose de una bomba que colocarían en una alcantarilla de la César Nicolás Penson, por donde pasaría el mandatario con su escolta en dirección al palacio. El complot lo abortaría Juan Bosch, quien convencería a Miguel Cocco de la inefectividad del magnicidio. José Bujosa Mieses (el Chino) nos comentaba el mundo de los periodistas y su experiencia como reportero de guerra de los sandinistas. Tony Pérez y Guillermo Ricart disertaban sobre la masacre del 9 de febrero de 1966. El primero resultó con lesiones graves en la columna vertebral, y el segundo perdió a su hermana, Amelia Ricart, de apenas 14 años. El doctor Enrique Marchena nos revelaba sus experiencias como juez de la Tercera Circunscripción del Distrito Nacional y sus esfuerzos por adecentar la justicia. El poeta Alexis Gómez Rosa, detallaba sus quehaceres entre los versificadores de postguerra y los del grupo literario La Antorcha, de los cuales se separó para sumarse al proyecto Pluralismo de Manuel Rueda. Lo hizo más por beneficiarse del prestigio de Rueda que por su movimiento en sí, de origen espurio. Tonito Abreu, primer Secretario General del PLD, desentrañaba la sobresaliente y, a la vez, irascible y conflictiva personalidad de Bosch. Alberto Henríquez, hijo de Chito Henríquez, exponía sobre la participación de este y demás exiliados antitrujillistas en la expedición de Cayo Confites.

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Por otro lado, organizábamos encuentros con personalidades como Tony Raful, Mateo Morrison, Sagrada Bujosa, Carmen Mazara, Elsa Peña, Johnny Weber, Domingo Alonzo y César Félix. El Chino filmaba los encuentros y el material los introducía en la red. Entonces de la peña se hablaba hasta en Nueva York. Los sábados comenzaron asistir demasiados oyentes, algunos de los cuales se nos unieron mientras otros trataron de sentarse a las mesas, y por momentos intervenían. La seguridad del Estado también empezó a interesarse, según advertimos, y, disimuladamente, procuraban escuchar las disertaciones. En estos ambientes siempre aparecían mitómanos que aseguraban haber estado en los acontecimientos más diversos, por ejemplo, junto a Salvador Allende a la hora de su muerte en el Palacio de La Moneda; en los preparativos de la guerrilla del Che en Bolivia, y, siendo «Niños Ranas» de diez años, heroicamente, participaron en la Batalla del Puente Duarte. Era parte del folklor criollo.

Inocentes, no reparamos en que nos habíamos transformado en un conglomerado de interés político. Quien dominaba la peña podría desnaturalizarla, sacarle provecho propio y conducirla a determinada tendencia ideológica. En efecto, con ese objetivo, utilizando la táctica comunista de postguerra, de introducirse en los partidos para adueñarse de la dirección, se unió a nosotros un mofletudo izquierdista, el liquidador. Enseguida arremetió contra mí, el coordinador, faltándome el respeto a cada instante y a otros destacados, los desconsideraba sin compasión. Debido a su falta de educación, capacidad política, intelectual y técnica, el espacio terminó convirtiéndose en un caos. Volvimos a las discusiones sordas, estériles y a los insultos. Y lo peor fue que nadie lo impidió. Nosotros, que ya éramos hermanos, que celebrábamos nuestros cumpleaños, las fiestas navideñas y hasta las misas de los que iban partiendo a una mejor vida, optamos, la mayoría, por abandonar el espacio. Como colofón, a los remanentes de la peña, a causa de las dislocadas acciones del liquidador, los expulsaron de la cafetería. Ese fue el triste final de una las peñas más célebres de lo que va de este siglo XXI.

Edwin Disla. El autor es Premio Nacional de Novela 2007 y 2022

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