Mateo Morrison ha sido conocido como el poeta. Ningún dominicano ha merecido ese título por encima de los demás reconocimientos que un ciudadano puede tener. Mateo es ciudadano de la poesía. Creo que es el único poeta a secas (esto lo pensé de Alexis Gómez Rosa) y lo sostengo. A diferencia de éste, Mateo, que es de su misma generación, es un poeta más reconocido popularmente. Alexis es la entrega a la poesía; Morrison es el anclaje en lo poético.
Mateo Morrison está anclado en poesía, como si ella no solo fuera su provincia, sino su casa, su calle, su patria y su ciudad. Poetas como él son raros. Existen poetas modernistas, vanguardistas, de la experiencia… y existe Mateo Morrison. No necesita abolengo, ni apellidos. Su poesía es la expresión y el territorio.
En Morrison la poesía es cosa distinta a la que pueden ser para otros poetas. No le interesa la teoría y la experimentación. Su poesía es expresión humana. Sencilla. Ahí donde el hombre tiene su profunda definición están sus versos. Pero él no es solamente eso. Él es esa poesía que se vive, como poeta. En un tiempo recién pasado de violencia y lucha patricia, Mateo fue también resistencia y política. Paso por esa resistencia como poeta. Estuvo siempre del lado del pueblo, de sus manifestaciones. Creo haber visto por primera vez su imagen cuando Siete días con el pueblo.
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Luego de su primer libro, “Aniversario del dolor” (1973), tardó mucho en volver a la escritura del poema. Escribía en el aire, escribía con su sonrisa de negro bueno. De ser generoso. Me parecía salido de un verso de Moreno Jimenes; un marinero de nuestros infortunios que pilota su nave sin ninguna preocupación. En Mateo siempre hay esa presencia de los seres que no necesitan definirse. Porque ya son más que el objeto, la definición.
Morrison es práctica y realización del poema. Dos asuntos se llevan a ubicar en la historia de nuestra poesía. Martí y Darío forman dos propuestas poéticas. El decir con sencillez y la máquina extraordinaria del parnasianismo: belleza y orquestación poética. Luego a viene a nuestra poesía Moreno Jimenes. Cuando se habla de poesía hay que hablar de la revolución de Moreno Jimenes. Mateo Morrison lo sabe y lo conoce. No hace poesía sin práctica social, política o cultural.
Con Moreno comenzamos a hacer poesía dominicana contemporánea, vanguardista ma non troppo. Una poesía que volvía su mirada al hombre y a la geografía: a lo dominicano. La Poesía Sorprendida le dio el toque de lo dominicano universal, para quitarle a Moreno lo que tenía de criollo. Pero Moreno era también universal, tanto en la teoría como en sus temas. Él no deshumaniza el arte de la poesía; elevó, por el contrario, todo lo que cantó con un sentimiento profundamente humano.
Cuando analizamos a los jóvenes de Posguerra (1965), (aquellos que nacieron luego de la Segunda Guerra Mundial y que vivieron los últimos años del trujillato, aquellos que eran muy jóvenes aún durante la Guerra de abril de 1965, los que participaron en el afianzamiento de la democracia, muchas casi sin saberlo y a pesar de sus vidas), encontramos que se orientan hacia Moreno, que era un templo viviente en esos años, y hacia la Generación del 48. Eran los hijos del 48.
Tienen otras lecturas y otras experiencias. El Cuarenta y ocho viene a ser una generación más política que la Poesía Sorprendida, aunque no hay tanta diferencia estética entre un grupo y otro. Ambos afianzan en el país la revolución vanguardista europea y sus prácticas en América. Como Héctor Inchaustegui, Freddy Gatón Arce, los de Mateo son lectores de la poesía norteamericana. inventar un decir distinto. Tienen otra relación con la palabra.
Y esa es la verdadera definición de Mateo Morrison como poeta. Es, si nos aventuramos a regresar a una filosofía de la poesía, la expresión que deja ver la verdad del ser. Sin matices ni ruidos. La poesía es la única que hace que el ser tenga una nueva existencia. Y la expresión de lo nuevo sólo es posible por el poeta verdadero. Todo lo demás es un simulacro. Cuando la poesía no dice la verdad del ser, se queda en las circunstancias que expresa, en lo contingente, en aquello que no transita hacia otra época.
Mateo Morrison ha publicado muchos libros de poemas. Generalmente impulsados por sí mismo. Cosa ocurre en nuestro país, donde el igualitarismo no nos permite ver la grandeza de los seres cotidianos. De los actores que no buscan el reconocimiento y que están ahí para hacernos solo con su presencia las preguntas que no nos hacemos sobre nuestro accionar social. Y eso tal vez se deba a que no comulgamos con los seres como nosotros, sino con los otros. Amamos esa otredad que viene de afuera y sólo reconocemos a los nuestros cuando no quedan razones para empequeñecerlos.
En 2015, apareció su antología poética personal que contiene traducciones al italiano, el portugués, el inglés y el francés. También se transcriben en ellas muchas de las recensiones que han tenido sus libros. Sus reconocimientos por escritores y el público en general han sido numerosos. Recientemente ha aparecido “El llamado, antología poética”, selección y prólogo de José Ángel Bratini (2021), en la casa española Amargord, de Madrid. Una bella edición que le hace justicia a unos de nuestros poetas más cotidianos; pero no tan leído como debería serlo. Mateo Morrison se ancló en la poesía dominicana con “Aniversario del dolor”, (1973), Su siguiente libro apareció 10 años después en 1983, cuando la poesía dominicana había tomado otros rumbos.
Tal vez esa larga ausencia pesó en la consideración del poeta. Pero Morrison no tuvo que hacer el tránsito que hicieron otros, no tuvo que adaptar su poesía a los nuevos tiempos. Su poesía está llena del tiempo del hombre. A los poemas de “Aniversario del dolor” siguió el poemario, “Visiones del transeúnte” (1983) y “Si la casa está llena de sombras” (1986). Estos tres poemarios caracterizan el decir sencillo, humano, creativo y luminoso de Mateo Morrison. En ellos encontramos el dolor de la vida, las circunstancia sobre las que se eleva lo humano, el amor, la familia, la ciudad.
Sobre la poesía de Mateo Morrison dijo Marcio Veloz Maggiolo, (en Morrison, Mateo, “Antología”, 2005, 341-346): que tenía una fuerte relación con lo cotidiano, con lo íntimo, con los objetos. Y citando a Michel Butor, habla de la relación del poeta con los objetos. Y ese es justamente el tema que me encantaría explicar de su poesía: ese hacer que el mundo viva, desde nuestra subjetividad y que la expresión poeta sencilla debe ver el rostro fulgurante de lo que es, de lo que queda y de lo que ocurre.
Manuel Rueda, por otra parte, destaca el carácter popular de la poesía de Morrison: “podría decirse que es un diálogo con el hombre en la calle en el que pretende elevar su dignidad y su concepto de libertad. Sólo faltaría para ser considerada popular, el uso de los metros tradicionales que él deja de lado por el verso libre y las formas más avanzadas” (“Dos siglos de literatura dominicana”, 1996, 512).