Para aquel que busca la poesía desde el mundo de la lógica es difícil sondear en los arcanos del espíritu. En la actuación del espíritu en la poesía espiritual se da un algo de tranquilidad, quietud, silencio y paz, una mirada permanente hacia la eternidad. Una aprehensión amplia del todo por vía intuitiva. Se trata de la tranquilidad, que para unos puede constituirse en el abismo eterno o en el silencio. La poesía espiritual no tiene dios a quien adorar porque está libre de cargas dogmáticas como bien decían los filósofos de la nada, amantes de versos. Este tipo de escritos se da en un vasto campo semántico. Se trata del uso del lenguaje elevado de la tradición poética universal con la energía emancipadora del mundo espiritual.
La poesía espiritual a veces logra producir no solo emociones y despertares sino perplejidad y estupefacción en el oyente o el lector. El espíritu del poeta está más allá de toda forma, está libre y en silencio y se basta a sí mismo. Las imágenes del mundo se graban en los sentidos y en los elementos para transmutarse en versos. A la luz del espíritu todo se descifra. El ignora la dualidad, franquea el intelecto, te separa del entendimiento lógico y penetra directamente en el fondo hasta la identidad con el espíritu del todo. Transforma cuerpo y espíritu en una piedra, una gota de agua o un trozo de madera…Toda huella es convertida en un rastro sin límites… El lector circulará entre una abundancia de luz y fruición porque la poesía de este orden expresa bajo distintos modos el contenido de la conciencia en contacto con el mundo metafísico. Lenguaje íntimo, ligado a un uso particular de la palabra atravesada por la revelación de secretos… Se trata del poder transformador del mundo espiritual a través de la palabra. Es precisamente esta naturaleza de transformable insustancialidad noetico-fenoménica la que permite al lenguaje revelarse como condición y puerta de acceso inmediato al reino de lo espiritual. El espíritu no posee forma ni figura. En realidad, no es independiente o dependiente de la palabra. Él es eternamente sereno y libre en su obrar.
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En “La canción del cobarde”, Rhina Espaillat (2017), laureada poeta, profesora y traductora dominicana que vive desde hace décadas en Estados Unidos, país que ha reconocido su gran talento, canta y ejemplifica lo antes expuesto…
“¡Me dijo el sol, ¡Despierta! y se encendió. /Pero yo soy sensata, y lo dejé/ ardiendo en su pasión, y se apagó. / ¡Brota! dijo la lluvia. Mejor no:/ se brota y se marchita—así pensé—/ y cerré mi verdor, y se secó. / ¡Siembra! me dijo el viento, y se arrojó/ por todo el campo. ¡Loco! contesté, / ¡Te perderás así! Y se perdió/ sin huella en su locura. Y me tocó/ a mí heredar esta nada en que quedé. / En qué quedamos dos, la muerte y yo“(p. 63).
Este tipo de poesía espiritual se aleja de las conceptualizaciones vanas mediante la reducción sistemática de palabras para trascender la actividad discursiva poética para lanzarse a descubrir los múltiples significados subyacentes en cada una de sus palabras, utilizando una visión hermenéutica que pone en juego todas las facultades cognitivo-sensoriales del individuo. Es por ello que resulta propicio al estudiar este tipo de poesía identificar las palabras transformadoras del poema para reflexionar sobre su carga metafísica y el contacto que con la naturaleza se crea. Este tipo de lenguaje parte de un complejo de expresivo íntimamente ligado a un uso particular de la palabra que está más orientado a revelar que a explicar.
El lenguaje permite una naturaleza mágico espiritual que comparte con otros códigos lingüísticos. En virtud de la estrecha solidaridad entre imagen, representación fonológica, diseño gráfico las palabras no se limitan a describir o nombrar la realidad; por el contrario, su reproducción sonora o escrita suscita toda una red de evocaciones que impulsan la manifestación de las energías actuantes encerradas en cada palabra. Y es que en la noesis de orden espiritual el lenguaje ante todo produce y encauza las corrientes vitales que configuran la realidad. Por otra parte, pero en el mismo orden de ideas debemos resaltar varios puntos de gran interés: en primer lugar, el campo de significación simbólica manifiesto en los poemas; a continuación, el hecho de que las características particulares de cada lector posibilitan que cada poema se abra a múltiples interpretaciones; finalmente es importante hacer notar que lo sorprendente de este tipo de poesía es que trasciende todo acto de pensamiento y conceptualización.
Advirtamos para terminar el punto de vista de tres de los más destacados filósofos de la Escuela de Kioto, Japón. Nishida Kitaro afirma lo siguiente: “El hombre está ahí, en tanto en cuanto es la culminación del lenguaje. El hombre está ahí, en tanto en cuanto es el “ahí” la apertura infinita en que acontece el lenguaje”. Lo mismo piensa Visítame (2004, p.124) explicado desde una mirada fácil de entender para el amante de la poesía:
“El hombre está ahí en tanto en cuanto dice: las flores florecen, tal y como florecen. Pero no se introduce a sí mismo como hablante en lo hablado, en lo articulado. Es el habla misma. En lo hablado no hay rastro alguno del hombre que habla. Este es el yo sin yo del hombre. Y el yo sin yo deja que las flores florezcan, así como florecen”. (Nishitami 2004, p.125).
Shizuteru Ueda, por su parte, nos propone una reflexión importante a través de una frase que se convierte en pregunta, aunque la plantea sin signos de interrogación: “Si uno puede ser tan “yo” libre de sí que pueda alcanzar realmente su propia palabra”. (2004, p.12). En verdad es una invitación fuerte, profunda y trascendental: llegar a ser “un yo libre de sí”.
Extendamos los límites del pensar y de nuestra imaginación en sintonía con los dilemas de nuestra condición (físico-espiritual) con una poesía donde la palabra pura devela misterios, nos despierta a nuevos conocimientos y, al despertar del “yo” en una expansión de la conciencia…