La radio: Cultura y democracia

La radio: Cultura y democracia

La voz desprende una dinámica muy específica desde la radio, ocupando no solamente la transmisión de palabras y pensamientos, sino además identifica personalidades, identifica ideas, sentimientos, con espíritu de comunicar y transmitir.

La radio marcó muchas generaciones desde sus orígenes. Siempre recordaremos desde la infancia el significado que representó en unas navidades recibir por primera vez nuestra radio familiar de marca alemana Telefunken, de moda en los años 50, reconocible por su dimensión, cuadrado y blanco, con las modulaciones y las frecuencias en letras doradas. Tener una radio entonces significaba comunicarse con el mundo y enterarse de algunas noticias que no aparecían en la prensa escrita y que muchas veces nuestros padres sabían interpretar y traernos a la sobremesa los matices de las informaciones. Esto ocurría, sobre todo, en los países con regímenes dictatoriales, como en mi caso, que en mi país teníamos la dictadura franquista y aquí, en Santo Domingo, los dominicanos tenían en esos años la dictadura trujillista.

Indiscutiblemente, la radio informa y esa información sugiere e invita a reflexionar y a sopesar los contenidos. Es también cultura a través de voces y palabras que pueden en un micrófono dramatizar, sensibilizar, seducir y atraer a un público. Recordamos los episodios radiales de Los Miserables de Víctor Hugo, del Quijote de Cervantes, de Monte Cristo de Alexandre Dumas, que se programaban los miércoles, cuando los niños no tenían clase y cuyos episodios escuchábamos pegando el oído del famoso Telefunken, cuya voz surgía desde la mesa de la cocina. El recitante, tabulador o cuentista ejercitaba todo su arte para que con los matices de su voz, las pausas de la tonalidad y los tiempos de las puntuaciones sintiéramos todo el drama en la historia hasta dejar caer nuestras cabezas en lloro encima de la mesa. Eran citas obligadas los días libres de clase escuchar a esos actores que con sus voces nos llevaban al teatro y nos hacían cruzar el tiempo y de repente convertirnos en niños y niñas que encontraron en Víctor Hugo su mayor escritura. Pero también recordamos la peculiaridad de esas voces actuando como en el escenario del teatro. Esas voces que no eran solamente palabras, sino también visiones e imágenes. Esos actores radiofónicos escenificaban con sus voces a los grandes autores y a sus obras. La radio fue nuestro primer teatro y recordamos que gracias a la difusión radiofónica del Cid, fuimos por primera vez a la Comédie Française con nuestra mesada, la cual nos permitió comprar tres entradas y compartir un balconcito lateral entre hermanos. Fue la radio que nos dio el gusto de la palabra y del teatro, y esta experiencia nos sirve hoy para reflexionar sobre la oportunidad cultural y educativa de la radio como un instrumento necesario y desafiante en nuestro siglo XXI.

La palabra es la genialidad de los hombres y de las mujeres, es sublime escrita y es sublime también bien dicha. Tenemos que optar por una radio contemporánea que llame y respete la belleza de la palabra. Un micrófono es un instrumento privilegiado de acercamiento con la ciudadanía. Los comunicadores intelectuales y periodistas tienen la responsabilidad de acompañar las nuevas generaciones transmitiendo educación, cultura, modales, inquietudes, conocimiento, a través de sus frecuencias radiales y de sus programas. Nos hemos olvidado que en los años 60 y 70 se desarrollaron radios educativas y culturales que transmitían al mundo alfabetización y letrismo, porque la radio llega donde no llega nadie.

Somos de la generación de Radio Francia Internacional. Invitó al mundo en sus programas y difunde para el mundo, respetando la diversidad cultural y lingüística y conectando a la ciudadanía universal en sus programas de diversidad cultural, de análisis político, de geopolítica y de la música del mundo. Hoy día, Radio Francia Internacional (RFI) ha encontrado espacios compartidos a nivel internacional con radios locales, y también aquí, en República Dominicana, tenemos la oportunidad de acceder a ella en la frecuencia 90.9 FM, y recibir noticias de todos los continentes, disfrutando de un gran recurso que es el reportaje en vivo. El reportaje radial crea, también, un instrumento documental sobre los temas y los acontecimientos. Es un auténtico trabajo donde tiene que intervenir, como en el cine, una buena historia, un buen guión, una edición, en una palabra, una escritura radiofónica, y Radio Francia Internacional ha sabido transmitir con carácter acontecimientos importantes como la despedida del presidente y líder Nelson Mandela, a través de la que se sentía en el reportaje todo el sentimiento del pueblo sudafricano frente a esta partida, pero también, toda la atmósfera cultural y sociológica del pueblo sudafricano. Recordamos este reportaje porque tuvo la fuerza de transmitir información y sentimiento como si estuviéramos frente a un documental cinematográfico. La radio tiene esa genialidad, ese misterio de dejar que cada oyente se monte el decorado de la historia que le cuenten. Desata visión, desata imaginación y desata duende. Nunca pudo ser para nosotros, hablo de mi generación, una competencia con la televisión ni con el cine. Por lo menos, hemos tenido la suerte de compartir desde Francia propuestas radiales de excelencia, como pueden ser: France Culture, France Inter, Radio Montecarlo, todas ellas con identidades propias y con voces propias que transmiten al ánimo la posibilidad de optar y de seleccionar los momentos de escuchar, porque escuchar es fundamental en el desarrollo intelectual de los individuos; escuchar música, buscar esa música en el momento preciso que la necesitas, escuchar una entrevista de una personalidad política, artística o intelectual, así como escuchar un comentarista son momentos excepcionales de relación entre la capacidad auditiva y el ejercicio mental y creativo recibiendo esas voces. Porque, la voz en la radio es un momento íntimo, privilegiado, entre el oyente y el comunicador o la comunicadora. Muchas veces hay en esa relación un profundo pudor y recogimiento porque la palabra no necesita el escenario del look y de la apariencia. La palabra es ella, única y exclusiva con una fuerza suficiente para atraer, cautivar al oyente. Tenemos la nostalgia de la radio como elemento de intimidad y de proximidad, pero sentimos una gran esperanza en las nuevas generaciones que se han apropiado de la radio como un instrumento de acercamiento a la sociedad, a las redes, a los grupos y como posibilidad de transmitir en vivo y en crudo la inmediatez. La radio digital está ocupando un gran espacio. Es una de las opciones que cuenta para las nuevas generaciones, las cuales se están definiendo en las conexiones con las radios digitales que les ofrecen un espacio privilegiado de interacción. República Dominicana tiene cuentos, poesías, teatro e historias fabulosas para que penetren la sociedad a través de programas que dramaticen las grandes obras literarias del país y que honren los valores patrimoniales y culturales y defiendan, como ya muchos y muchas lo hacen, la música en su diversidad. Lo más urgente es, ahora mismo, reencontrar la belleza y el respeto de la palabra como instrumento de inteligencia, reflexión y conocimiento…

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