Por: Amaurys Pérez Vargas
Tras la caída del Directorio con el golpe de estado de 1799, en Francia se aprobó que todo el poder político se concentrara en el cónsul, Napoleón Bonaparte, bajo cuyo consulado la política colonial estuvo influenciada por los nostálgicos del antiguo régimen quienes aspiraban al regreso de las plantaciones esclavistas. Ciertamente, la promulgación de la autonomista constitución de 1801 que ratificaba la abolición de la esclavitud en la Isla de Santo Domingo, fue uno de los principales elementos que condujo a la expedición armada comandada por el cuñado de Napoleón, el General Leclerc quien se puso al frente de 25,000 soldados para aplastar a las tropas de Toussaint Louverture.
Se sabe que en un primer momento Toussaint decidió replegarse hacia posiciones seguras y movilizarse hacia las montañas. Sin embargo, esta primera etapa de la expedición concluyó con su arresto y posterior deportación a Francia el 7 de junio de 1802. Poco antes de ser embarcado tuvo a bien exclamar su famosa frase “Al derrocarme, solo se ha abatido el tronco del árbol de la libertad de los negros. Pero este volverá a brotar de sus raíces, porque son muchas y muy profundas”. Así pues, la resistencia no tardó en organizarse cuando los oficiales de color del ejército indígena dirigidos por Dessalines retomaron las armas convocando a una insurrección general en septiembre de 1802 la cual terminaría con la proclamación de la independencia de Haití en enero de 1804.
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Ese mismo día, nos dice el historiador Franklin Franco, “tuvo lugar en la antigua parte española un suceso que tendría una profunda repercusión en su historia: El general ferrand, quien se había retirado de Montecristi luego de resistir la capitulación del Ejército de Francia, se dirigió primero a Santiago y más tarde a la ciudad de Santo Domingo, y allí, mediante una asonada militar, desplazó del cargo de Gobernador al general Kerverseau y luego le obligó a embarcar para Francia”. Nos agrega que Ferrand “siguiendo las instrucciones de Napoleón de inmediato tomó un conjunto de disposiciones orientadas primero a fortalecer el poder militar y reordenar la economía, según un modelo muy parecido al que sucumbió en Occidente, donde la base de la actividad productiva material la constituyó el trabajo esclavo”.
Esta política sobre la práctica esclavista fue continuada luego de la guerra de la reconquista cuando las tropas lideradas por Juan Sánchez Ramírez expulsaron a los franceses luego de la batalla de Palo Hincado en noviembre de 1808. No obstante, en este proceso se debe resaltar los avances que aportó la constitución liberal de Cádiz, en marzo de 1812, la cual concedió a los españoles nacidos en América ciertas derechos igualitarios que a los españoles europeos pues se “habilitó a los súbditos españoles que por cualquier línea trajeran sangre africana, para que estando por otra parte dotados de prendas morales, pudieran ser admitido en las universidades, ser alumnos de seminarios, tomar hábitos de las comunidades religiosas y recibir las órdenes sagradas”.
Tal como dice el dicho popular de que “la felicidad del pobre no dura mucho” la constitución de Cádiz fue derogada tras la derrota de los franceses en mayo de 1814, cuando el monarca Borbón firmó el decreto que anulaba su labor legislativa, borrando de un plumazo sus medidas igualitarias. Tan solo al final del periodo colonial en 1820, con la restauración de la constitución de Cádiz se reestablecieron los niveles de igualdad jurídica que existían entre los criollos y los españoles donde se les asignaba a los primeros, la condición de ciudadanos, mientras que los esclavos seguían siendo considerados inferiores. No hay dudas de que la ambigüedad con relación a la cuestión de la esclavitud en la fundación del Estado independiente del Haití-español de Núñez de Cáceres en 1821 se encuentra dentro de las causas que explican el fracaso del proyecto de federación con la Gran Colombia.
Prof. Amaury Pérez, Ph.D. Sociólogo e historiador UASD/PUCMM