Sabemos que el poema fue publicado en 1943, pero no tenemos los originales ni los testimonios del autor que nos permitan saber si el poema fue el fruto de una larga rescritura.
Esto es importante para determinar si la escritura de Tomás Hernández Franco fue anterior a la matanza de haitianos en 1937. Sabemos que Hernández Franco era un admirador de la poesía negrista.
Tomás Hernández Franco había sido embajador de Trujillo en Haití, pero como muchos de los intelectuales de su época, entró a defender a la dictadura cuando la matanza se convirtió en un problema internacional. Entonces, de la frontera se hizo un relato del poder; el discurso que sobre Haití permeó en la literatura trujillista se ejemplariza en Monclús, 1952.
Remito al trabajo de Diógenes Céspedes: “La raíz de los opulentos” en el que hace un análisis a partir de la teoría de Meschonnic sobre el discurso, el signo, el poema y el poder. En especial el apartado “Tomás Hernández Franco (1904-1952)” en el que afirma: “Tanto el discurso de Peña Batlle como el de Hernández Franco son una justificación a posteriori, de la solución que Trujillo creyó dar al problema fronterizo con la matanza de haitianos en 1937” (Lenguaje y poesía en Santo Domingo, 1985, 257).
El texto de Hernández Franco que analiza Céspedes es “Síntesis, magnitud y solución de un problema”,publicado en “Cuadernos Dominicanos de Cultura” no. 1 de 1943.
Un año después de la publicación de “Yelidá”, en rigor, no podemos afirmar que el poema implica un distanciamiento de la política de Trujillo. Lo que sí muestra es la contradicción entre poesía e ideología.
Este aspecto también podría haber provocado que el poema no se volviera a publicar por mucho tiempo, como ocurrió con “El hombre que había perdido su eje” (1925). Era un poema que no estaba dentro de la sintaxis impuesta por la política del régimen.
La biografía pasiva de Hernández Franco,publicada por Franklin Gutiérrez en “Diccionario de literatura dominicana” (2010), no nos permite ver cómo el texto fue recibido antes de la década de 1980, en la que se concentran la mayor cantidad de estudios y críticas a la obra del autor nacido en Tamboril.
Con motivo de su muerte, sus compañeros de “Cuadernos Dominicanos de Cultura” le hicieron un homenaje. En este volumen especial (10 de agosto de 1952), no aparece el poema “Yelidá’”, que ya había sido publicado en el número 18 de febrero de 1945.
Sobre él dice Pedro René Contín Aybar: “cuando el espíritu, sosegado, en la perspectiva del tiempo enjuicie la obra total de Tomás Hernández Franco…. habrá de sobresalir su poesía, principalmente el hermosísimo poema “Yelidá”, su obra más acabada” (1997, 385). Sin embargo, es poco lo que allí se dice del hermoso poema.
El número dieciocho de “Cuadernos” trae la primicia, la edición dominicana de “Yelidá”, que había visto la luz tres años antes en El Salvador en una edición limitada de cien ejemplares. No aparece en esa revista una sola ponderación del poema. “Yelidá” volvió a nacer en la Era de Trujillo sin padrinos, sin que los dioses africanos supieran algo más que lo que decía una nota editorial de menudas palabras.
En la “Antología de la poesía dominicana” de Pedro Contín Aybar, publicada en 1969 no aparece “Yelidá”, en su lugar, entra en el canon como poema emblemático de Hernández Franco “Salutación a Pancho Alegría capitán de goleta” (Col. Pensamiento Dominicano, vol. I, 589-590). Más adelante veremos lo que ocurre en “Antología poética dominicana de 1945-1951” del mismo antólogo.
Dice Marcio Veloz Maggiolo sobre “Yelidá” de Hernández Franco, en “Cultura, teatro y relatos en Santo Domingo” (1972): “Su poema intenta por primera vez en nuestra literatura una teogonía. La lucha de los dioses étnicos revelada en su excelente poema es un importante asomo de adultez en nuestro medio literario” (34). Además, trabaja Veloz Maggiolo la calificación de poema épico y de epopeya.
En su “Historia de la literatura dominicana” (1945), Joaquín Balaguer menciona el poema. Pero no lo comenta (quinta edición, 1956, 306). En la décima edición aumentada de 1997, aparecen los mismos juicios que hiciera sobre el autor, sin agregar nada más sobre “Yelidá”.
Dice Guillermo Piña-Contreras que “tras la muerte del escritor, [Hernández Franco] el poema entró en un prolongado letargo hasta que José Alcántara Almánzar lo publicó en “Antología de la poesía dominicana” (1972), luego se hizo una edición facsimilar privada en 1975.
También señala que le llama la atención que el poema no figura en la edición de la “Antología poética dominicana” compilada por Contín Aybar con motivo del centenario de la República (OC, 15). Todo esto muestra que “Yelidá”, aunque fue publicado en el país, no era en vida la carta de presentación de Tomás Hernández Franco y que sus amigos coeditores de “Cuadernos” no estuvieron interesados en destacar el gran poema épico-lírico.
Es notorio el interés de Héctor Incháustegui Cabral por el poema muchos años después de la caída de la dictadura. En “De literatura dominicana siglo XX”, (1973) aparece un comentario a “Yelidá” (354) donde Incháustegui Cabral esboza algunas de sus tesis sobre lo expuesto en el estudio que comentamos en el artículo anterior, “Dos de las cien caras de ‘Yelidá” (1979).
Los ensayos sobre la obra de Hernández Franco que aparecen en OC son, además de los ya comentados: “Blanco y mulato: de Palés Matos a Hernández Franco” (2003) de Marcio Veloz Maggiolo. Un sobresaliente estudio antropológico y poético, además por la comparación con la poesía de Luis Palés Matos, en la que se encuentran la mitología nórdica, probablemente influida por Edgar Allan Poe, como sugiere Veloz Maggiolo.
También el estudio de Bruno Rosario Candelier: “La mitología insular en ‘Yelidá”, (1985) que amplía el trabajo mitopoético de Incháustegui, de forma minuciosa y penetrante. Y, en el orden de aparición en OC, el ensayo “Tomás Hernández Franco” (1979) de José Alcántara Almánzar, quien muestra, sin concesiones, que “Yelidá” es el único poema de gran valor en la obra de Hernández Franco.
Luego de realizar un interesante paralelismo entre la poesía de Alberti y la del autor dominicano en su libro “Canciones del litoral alegre”. Finalmente, como universo de la recepción crítica del poema que funda la identidad mulata, reitero la importancia del estudio de Céspedes y el análisis de “Yelidá” de José Enrique García en “La palabra en su asiento” (2004), páginas 271-159.