Un cuarto documento son los actos de venta de 3,166.50 pesos de terreno en Babosico, Sabana Iglesia, Las Mesetas, Guanajuma, Los Pilones, Janey, Los Marmolejos y Yaque Arriba por parte de la sucesión de Pedro Torres, representado por Ramón Torres, a favor de Enrique Ferroni.
Esas tierras eran herencia de sus ascendientes Luisa Gerez y su esposo el capitán Juan Gutiérrez, personajes del siglo XVIII, conforme la copia certificada expedida por el notario Miguel Julián Morel el 24 de enero de 1831 de los inventarios y particiones de bienes que quedaron por fallecimiento de la señora Gerez, confeccionados por el curador de la sucesión, Carlos de Rojas, el 14 de agosto de 1806.
Dos aspectos interesantes contienen estos documentos. El primero es la genealogía remontada hasta los cuartos abuelos: Luisa Gerez fue madre de Mariana Suriel, quien casó con Tomás Grullón y fue madre a su vez de Manuela Grullón Suriel, esposa de Andrés Torres y madre a su vez de José Torres Grullón, padre de Pedro y Felipa Torres. Pedro Torres fue padre de ocho hijos, a saber, Secundino, José Joaquín, Pedro María, Juan, Francisca, Lucía, Josefina y Ramón, este último vendedor de los terrenos.
El segundo es el propio caudal inventariado de los bienes de Luisa Gerez, que ascendió a 5,836 pesos más un real y medio, que instrumentó en la casa de Tomás Grullón en Babosico el citado Carlos de Rojas, asistido de los peritos Francisco Hormeda y José Palenzuela.
La extensa relación de bienes muebles e inmuebles nos ofrece una mirada a la vida del mundo rural en la Era de Francia: aparecen, entre otros, una efigie de San Antonio, una caja de caoba, una cruz de oro, una mancuerna de botones de oro de manga con seis toimines, calderos, un anillo de piedra morada con toimines de oro, un escudo de oro de las Mercedes, pilón, azada, hacha, coa, almirez, pailas, calderos, un burén de hierro, un fusil, vasos de cristal, platos, una cafecería de cobre, un sino de cuajar azúcar, puercos, reses, caballos, yeguas y un grupo de mulatos sin apellido: Micaela, de 35 años, valorada en $80.00; Luisa, vendida en $120 en Santo Domingo; Marcial, de 39 años, valorado en $150.00; Remigio, de 45 años, valorado en $137.00, “por haber dado lo demás de los importes por su libertad”; Francisca, de dos años, tasada en $45.00; Bibiana, de 10 años, valorada solo en $60.00, “en consideración a la enfermedad de una gonorrea con que nació”; Josefa, de 16 años, valorada en $150.00 “en consideración a la poca utilidad por ignorar todo servicio”.
Figuran también, aunque sin hacer referencia a su color, pero con seguridad mulatos, Cecilia, con aproximadamente 30 años, valorada en $150.00; Francisca, de 4 a 5 años, valorada en $50.00; Juan, de 3 a 4 años y valorado en $40.00 y Juliana, con 9 años y tasada en $25.00.
La descripción de una vivienda revela la solera de la distribución espacial de la casa campesina: “Un bohío en Las Mesetas, envinglado con la cobija muy maltratada, las maderas rotas y puertas y ventanas mal hechas con una cocina de tabladas paradas que apreciaron en treinta pesos”.
Instituto Dominicano de Genealogía