Por: Amaury Pérez V.
La esclavitud en la sociedad colonial del Santo Domingo del siglo XVI estuvo marcada por el auge de las grandes plantaciones en donde el amo estaba ausente de la vida de sus esclavos, siendo reemplazado por el mayoral. En efecto, nadie se imagina al virrey Diego Colón dirigiendo personalmente el ingenio de Monte Allegro, ni tampoco al marqués de Aranda, propietario del ingenio de Boca de Nigua, trabajar directamente con sus esclavos para garantizar la productividad de sus respectivas unidades económicas. Así pues, en el marco de las plantaciones, sus dueños no estaban necesariamente en contacto con sus esclavos. Después de la dramática caída de la industria azucarera a finales del siglo XVI hasta la abolición de la esclavitud en el siglo XIX, surgió el ciclo del hato ganadero, en cuyo marco se desarrolló una relación generalmente estrecha y casi exclusiva entre amos y esclavos.
Ciertamente, el imperio español trató de inmiscuirse en las relaciones que se entretejieron entre ambos, pues los reyes no dejaron de reivindicar que tanto uno como otro eran sus súbditos. Esto nos explica por qué las legislaciones tuvieron tendencia a ampliar las esferas de control de los monarcas, limitando incluso los poderes de los amos sobre los esclavos a fin de evitar, no solamente que se cometieran los constantes abusos en su contra sino también la emergencia de contrapoderes, tal como sucedió durante la época de la rebelión de Francisco Roldán.
Así pues, si bien es cierto que los reyes españoles fueron quienes dictaron las ordenanzas sobre la esclavitud, no es menos cierto que en el cotidiano era el amo quien se encargaba de ejecutarlas, por lo que se ha de hacer siempre la distinción entre la legislación y las prácticas esclavistas.
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En ese sentido, vale destacar el planteamiento del doctor Hugo Tolentino, quien señaló que “la multiplicidad de los fenómenos sociales entre el amo y el esclavo que se dio en Santo Domingo fue prevista y organizada por normas legales prohijadas por la realidad colonial misma”.
Por tal motivo, nadie cuestiona la función que jugó el derecho a fin de garantizar la reproducción de la sociedad esclavista. Por esta razón, las leyes solían favorecer en su aplicación a los intereses de los amos, pues la asimétrica correlación de fuerzas que se desarrolló entre ambas clases antagónicas generó relaciones arbitrarias, caracterizadas por poderes totalitarios que dominaban todas las esferas en la vida social de los esclavos, tal como nos lo indica Orlando Patterson en su estudio sobre Esclavitud y muerte social.
Según este estudio, “la esclavitud constituía una de las formas más extremas de relación de dominación, vinculando los límites del poder total desde el punto de vista de los amos y la ausencia total de poder, desde el punto de vista de los esclavos”. Esta realidad se refleja con mucha claridad en los documentos jurídicos de los archivos reales de Higüey, Bayaguana y El Seibo, especialmente en el marco doméstico, en cuyo contexto se aprecia una vida cotidiana matizada por la violencia y el paternalismo. No obstante, no todo fue negativo, pues entre amos y esclavos también se forjaron lazos positivos que facilitaron el desarrollo de la práctica de la manumisión, la cual fue utilizada por los esclavos como medio para alcanzar su libertad.
Prof. Amaury Pérez, Ph.D. Sociólogo e Historiador UASD/PUCMM