Dicen que Hefestos representa la energía creativa que no se vuelve contra sí misma ni destruye su propio potencial en respuesta al dolor de haber sido rechazado. Tullido afectivamente por el rechazo, tiznado por la fragua donde tornea sus más bellas artesanías, aunque es ridiculizado por los dioses es un fino artesano y orfebre delicado. No era servil: ideaba ingeniosas venganzas y preparaba diversas trampas que le permitían desquitarse humillándolos. Hefestos deja que los demás expresen su individualidad y peculiaridad. A pesar de estar herido se dedica a su oficio. Se niega a dejarse aplastar por la humillación y el rechazo y en cambio honra y expresa su propia creatividad, valiéndose de materiales de la tierra.
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La soledad de Fragata. En mitología la figura de Hefestos representa la capacidad potencial de convertir, mediante el respeto a uno mismo y la perseverancia, el lugar donde está la propia herida en una fuente de la cual puede manar la creatividad.
El año pasado (2009), a principios de abril el aire laboral del AGN se había tornado irrespirable. A raíz de la publicación de una historia de vida en Diario Libre titulada “Mujeres imprescindibles” la dirección de la institución me exigió una rectificación y disculpa pública por haber comentado que había prácticas patriarcales y sexistas.
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Lo hice. La rectificación apareció un 18 de abril del 2009 y fue un extraordinario momento de abyección, una humillación tan horrible como aquel vivido veintidós años atrás por los inquisidores que censuraron poesía y grabados y por la mirada para otro lado de quien esperaba justicia y empatía.
Y empezaron a pasar cosas increíbles, a sucederse sueños, encuentros con gente del pasado, hechos extraños y llamativos. Sincronías que me decían que algo extraordinario pasaba. Algo como salido del pasado cuando recurrí a Fragata para salvar mi integridad como persona. De pronto los hechos se desencadenaron, llegaron sueños extraños, pasaban cosas inusuales. Cintia Vicioso y su esposo Roberto me visitaron en el AGN para donar los archivos de Abelardo porque se iban a Cuba.
A los días llegaron cajas con el archivo de Abelardo Vicioso en donación y los chicos que habían traído las cajas me llamaron para mostrarme en una de las cajas el libro de Fragata, y en la contraportada la dedicatoria mía al querido amigo de toda la vida. Sentí melancolía.
Una de esas mañanas, muy temprano mientras cebaba mi mate de calabaza sentada en un pequeño balcón lleno de plantas, el grabado emblemático de aquel libro titulado La soledad de Fragata que había adornado la pared principal se cayó e hizo trizas.
Al día siguiente soñé que Junier González, el joven que había abierto las cajas para guardar las donaciones y había encontrado a Fragata, llegaba con una brigada del AGN, a la casa de mis tías, a la casa de mi abuela materna, a la casa donde están todas mis muertas queridas hace mucho tiempo desaparecidas. Pero Junier entraba en busca de Fragata, y como una brigada de salvamento se instalaba en la pieza donde mi madre y mis tías estaban en terapia intensiva. Y las vi como si estuvieran en una sala de hospital atravesadas de sondas y cánulas pero revividas.
Entonces aquel joven encantador que además había sido mi alumno cubano estrella en el diplomado de edición de libros, sacaba una fragua, prendía carbón y torneaba una figura de Fragata con el velamen desplegado de miles de banderines tal como está en la portada.
Días después Yolanda Woods, de Casa de las Américas, me escribió para decirme que en homenaje al centenario de don Juan habían montado la exposición con las xilografías de Fragata, habían incluido las imágenes de Hostos para El barco de papel. Me mandó fotos, invitación y un texto escrito y publicado en La Jiribilla donde en el largo ensayo leí: “Un momento paradigmático de esta relación entre imagen y texto en la obra cuentística de Bosch lo constituye la reedición de «Fragata», en Santo Domingo, 1987.
El diálogo entre Juan Bosch y Graciela Azcárate alcanzó niveles de síntesis, representatividad y calidad no distinguibles hasta ese momento. La creación de obras originales en función del texto a modo de ilustración corrida, página a página, combinó un producto único de significativa calidad plástica.
El dominio de la xilografía y la recreación de conflictos apoyados en el lenguaje propio del arte y sus significantes, determinó una versión de imprescindible referencia. La caracterización del espacio doméstico de «Fragata» con niños, muebles y animales, la reiteración del gato como elemento de continuidad visual, la aparición del espejo como objeto de contemplación y desnudez espiritual, expresan una interpretación personal de la artista de origen argentino y vocación dominicana”.
Me sentí triste, melancólica y al mismo tiempo honrada. No sé si reciprocada pero dos actos de misoginia en el lapso de veintidós años, una sordera de casta, una intolerancia de machos patriarcales como ese cáncer que ha hecho metástasis en todos los grupos cortesanos desde Trujillo, pasando por Franco, por Castro, por Balaguer para terminar en esta caricatura del PLD de Leonel Fernández afloraron en aquellos dibujos que seguían liberándome, poniéndome alas para crear a pesar de la censura y el ostracismo.
Me causó gracia que en medio de esa censura que estaba viviendo en el AGN, desde Cuba expusieran como homenaje a don Juan precisamente Fragata. Porque Fragata fue el portazo en las narices que les di al embajador, al impresor y a don Juan. Fue el instrumento para no ser sacrificada como Ifigenia en Tauride, fue la respuesta creativa de una mujer que no quiere ser supliciada por el patriarca, fue una respuesta sentida desde la coherencia y la integridad para todas las mujeres.
Hace unas semanas un lector interactivo hablaba de lo que habían resultado ser los hijos de Juan Bosch tanto los del PRD como los del PLD. Y pensé en el relato de este hecho de mi vida no como un ejercicio de egolatría sino como la referencia de un sacrificio que debe ser narrado para que no sea en vano.
Personalmente, aunque el momento para la sociedad es absolutamente inmoral y de catástrofe con la administración de Leonel Fernández y sus cortesanos cleptómanos creo que como a mí, hay muchos dominicanos y dominicanas que fueron tocados por las luces y sombras de un sensei. Por que sin duda Juan Bosch es un sensei, un maestro en su decencia, en su honradez, también en sus defectos y yerros.
Entonces cerré los ojos, me volví a los pasillos del Teatro Nacional, en 1998. Con Manuel Simó adornamos con frutas y flores una partitura enorme de música dominicana mientras don Juan canturreando se entretenía en quitar los puntos finales a la historia porque la vida continúa…