¿Cuándo nos convertimos en una sociedad tan violenta? Es una pregunta que me hago con frecuencia a pesar de ser consciente de que no existe la respuesta, sobre todo cuando abro el periódico y me tropiezo con casos que laceran la sensibilidad como el de Yamel Féliz Pérez, de 27 años, quien murió al recibir seis disparos del sargento del Ejército, Eduardo Féliz Ferreras el pasado 31 de diciembre en un centro de diversión del municipio de Cabral, en Barahona.
La breve crónica que reseña el hecho de sangre dice que todo ocurrió porque, supuestamente, la mujer se negó a bailar una pieza con el militar, quien se tomó muy mal la negativa, la esperó fuera del negocio y cuando la mujer salió le disparó seis veces, impactándola en distintas partes del cuerpo. Pero según lo que reseña otra crónica, también muy breve, el motivo del asesinato de la mujer fue mucho más baladí; el miembro del Ejército se molestó porque tropezó con la mujer, y se produjo una pequeña discusión entre ambos. No se dan más detalles que permitan entender porqué esa aparente nimiedad terminó en una tragedia, pero un testigo relató que el sargento era reincidente en ese tipo de comportamiento pero nunca antes había llegado tan lejos.
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Son hechos como el que acabo de narrarles, al que una sociedad que ha ido perdiendo sensibilidad ante la violencia prestó muy poca atención, lo que me obliga a repetir que en este país la vida humana se ha devaluado de manera dramática, pues basta una discusión por un parqueo –como ha sucedido tantas veces– o la simple rozadura entre dos vehículos para perderla. Y si tiene suerte el difunto, un periódico le dedicará unos párrafos en una esquinita de sus páginas para que alguien pueda escribir que la gente no debería morir por cosas así, y unos cuantos lo leerán y conmovidos le darán la razón. Siempre y cuando no estemos en medio de las “fiestas pascueras”, donde nadie lee periódicos, o ese día Bad Bunny no haya cometido otra de sus celebradas travesuras.