El contraste extremo se pone cada vez más de manifiesto. La lucha constante por la atención en una sociedad conectada 24/7 recibiendo datos por diferentes plataformas, ha puesto de moda que en el acontecer político, cosas que suelan llamar al escándalo o al desagrado de una parte de la población, se le catalogue como la vieja política y que se entienda que la nueva política es la correcta.
Esta clasificación agrupa tanto y peca de generalizar. Es un término que asume que la política y la gobernanza que han ocurrido, generalmente, no está a la altura de lo que algunos consideran tiempos modernos. Sin embargo, esa nueva política es una que parece vieja. Estamos en una época en donde rara vez se hace algo que no se haya hecho antes, pero ¿quién anda buscando antecedentes de nada?
Intentar ser novedoso es legítimo, además, para algunas personas parece ser un camino muy “cool” por así decirlo, porque nos invita a ir por senderos que me recuerdan a las ilustraciones de los cuentos infantiles, con verdor, brisa agradable, saludando a nuestro paso por el frente de la casa de esa vecina o vecino amable y cordial, viendo animalitos correr o volar de manera armoniosa adornando el paisaje, y en una actitud presta a resolver de manera simple los inconvenientes que se presentan.
Sin embargo, lo viejo y lo nuevo no siempre es garantía de mejoras, sólo llena un vacío que nace del acumulo de decepciones. Es como ofrecer la palabra “cambio” como algo netamente positivo, cuando estamos conscientes que en nuestra vida personal no todo cambia para mejor; hasta la muerte repentina de un ser querido es un cambio que genera dolor y muchas veces desbalance en una familia.
Es cierto e innegable que hay prácticas en la política que se repiten una y otra vez que no son del agrado de la clase media, y que realmente caen en un efecto de violencia económica como la configuración de un escenario político , sobre todo por demarcación, basado en el derroche de dinero y parafernalias. Mientras que al mismo tiempo, observo a una clase que se acomoda en la crítica, pero que no se integra a generar soluciones duraderas y concisas.
A la clase más necesitada se le acusa de ignorante, pero yo me sorprendo diariamente de la cantidad de personas de la clase media, formadas y con carrera de éxito, que conocen muy poco del Estado, o ignoran totalmente ciertas legislaciones que afecta nuestro desarrollo democrático y que caen víctimas en todas las distracciones faranduleras que se promueven cada vez que algo importante pasa que afecte al Gobierno.
Lo peor es que el aprecio por la democracia ha ido en constante decrecimiento, lo que significa, que corremos peligro de volver a regímenes menos democráticos, y que se le nombre “la nueva democracia”.
Mientras tanto, la política actual no escatima recursos en silenciar hasta “influencers”, no matándolos, pero sí haciendo uso de nuestros recursos para publicidad digital que abarca el pago a personas con muchos seguidores, incentivo que sirve para calmar a la población inconforme. Esta práctica sería parte de una nueva política 5G que de positivo, no tiene nada.
Entiendo que la mejor práctica es aquella donde evalúas las cosas bajo parámetros de resultados obtenidos, tomando en cuenta los errores y las posibles mejoras porque hay que reconocer que muchas cosas buenas se fueron desvirtuando con el tiempo y muchas cosas malas se han hecho con artefactos modernos, lo que indica que: lo viejo, lo nuevo y el cambio, en sentido general, no funciona, solo es lógico en temas específicos.