CHICAGO. — En el pasado de Susan Contreras no hay explosiones de bombas ni choques con defensores forzudos. Sus jaquecas, pérdida de memoria y momentos de confusión eran un misterio hasta que los médicos sugirieron una causa probable: la violencia doméstica.
Una expareja le pegaba constantemente, cuenta. “Me pegaba sobre todo en la cabeza para que no se vieran las lesiones. Me pegaba en la parte de atrás para que no se vieran los moretones”, dijo la vecina de Phoenix.
Los abusos de su expareja le dejaron profundas heridas afectivas, dice Contreras. Pero aunque a veces la noqueaba, no se le había ocurrido que su cerebro pudiera sufrir tantos daños como su psique. “En verdad, hay muchas lagunas en mi memoria, problemas al pensar”, dijo. “Ya no tengo memoria”.
El problema de las lesiones cerebrales en sobrevivientes de violencia doméstica ha ocupado un lugar secundario con respecto a las heridas de los veteranos de Irak y Afganistán y las secuelas que los reiterados golpes dejan en jugadores de fútbol americano.
Expertos creen que muchos de los casos en mujeres maltratadas pasan desapercibidos y no se tratan. Defensores de esta teoría dicen que las víctimas quedan tan lesionadas que no pueden conservar trabajos y seguir adelante con sus vidas. Algunas acaban incluso en la calle.
En Estados Unidos, alrededor de un cuarto de mujeres y el 14% de los hombres han sufrido ataques físicos graves por parte de una pareja, como golpes con objetos, puñetazos, ser empujados contra algo duro o por las escaleras, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés).
Las lesiones de cabeza y cuello son las más comunes, y los datos indican que los ataques provocan lesiones cerebrales en al menos el 60% de los sobrevivientes, de acuerdo con un estudio publicado en la revista Family & Community Health. Basta solo un golpe repentino a la cabeza para provocar un traumatismo.
Los síntomas pueden ser pasajeros o duraderos, y los ataques reiterados incrementan las probabilidades de daños neurológicos permanentes.
Si esos daños provocan la espiral descendente en la que suelen quedar atrapados los sobrevivientes de esta violencia es algo aún no demostrado, pero algunos estudios han descubierto que tales lesiones son más comunes en sin techo que en la población en general. Y nadie discute que pueden causar discapacidades que alteran la vida.