Es una lástima que una tradición tan bonita y colorida como la de volar chichiguas, se convierta en algunas ocasiones en una tragedia, ya que la inocencia de un niño no sabe cómo ni cuándo practicar esta actividad de gran disfrute, sin que se pierda su vida o sufra algún tipo de lesión.
De acuerdo a datos consultados, en menos de un mes en el país se ha reportado la muerte de al menos cinco niños, quienes al ver su obra de arte, elevándose al cielo, se olvidan que están en la azotea de una casa o un edificio, ocasionando su desafortunada caída al pavimento. Unos pueden contar la historia, pero en su mayoría después de la experiencia no vuelven a despertar jamás.
Entre los casos más recientes figura el de un adolescente de 15 años, identificado como José Alexander Arriaga de Jesús, quien falleció ayer cuando volaba chichiguas al caer de un edificio de tres plantas ubicado en Los Barracones, de Los Alcarrizos.
Otra lamentable historia la protagoniza un menor de 10 años, cuyo nombre no fue revelado. Este niño murió encima de un zinc al intentar bajar la chichigua que volaba, pero fue sorprendido por un alto voltaje. Al momento de la tragedia sus padres se encontraban laborando en Santo Domingo.
Antes de este hecho, el pasado dos de marzo, la noticia del niño Jaison Jovanny Perozo, de 10 años de edad, destrozó y quebrantó el alma de sus familiares y amigos en Santiago, incluso de personas que apenas supieron de su existencia.
Jaison corrió la misma suerte que otros niños que al ver sus chichiguas encampanadas se olvidan del peligro, y se distraen.
También han ocurrido hechos similares en las escuelas. Por ejemplo: en Haina, el 20 de febrero, un niño de diez años murió al caer de la tercera planta de la Escuela Barsequillo, cuando volaba chichiguas.
A estos casos, se suma Elvin Antonio Peña, un sobreviviente del sector Hato Mayor, de Santiago, quien desde el pasado 26 de febrero se encuentra en estado crítico de salud, luego de hacer contacto con un cable de alta tensión mientras volaba chichigua. Solo queda orar por su pronta recuperación.
Conclusión. Aunque se han escritos innúmeros artículos, destacando el valor cultural y el nivel de satisfacción que le da a la familia: niños y adultos, volar chichiguas o cometas, no bien es cierto, que también este juguete, se pudiera convertir en un artefacto mortal para los pequeños inocentes que no saben determinar cuándo o no estarían en peligro al volarlas.
Supervisar siempre a los más pequeños es un deber de los adultos, lo cual podría evitar futuros dolores de cabeza.
Una tradición dominicana tan hermosa que permite abrir la creatividad de todos, no puede ser empañada por el descuido ni la falta de atención a los menores.