Las dictaduras no celebran elecciones libres, montan farsas electorales. Las elecciones libres, el acto ciudadano de elegir y ser elegido, se ejecutan en las sociedades democráticas, como la dominicana que garantiza derechos fundamentales consagrados en la Constitución.
Por ende, cada votación cuatrienal para la escogencia de nuestro Jefe de Estado y de gobierno, concomitante a las autoridades electivas, constituye un momento crucial, y las votaciones previstas para el 19 de mayo venidero, no serán la excepción, pues la importancia de estos comicios trasciende la mera contienda electoral, ya que plantean interrogantes fundamentales sobre el futuro inmediato de la nación y la consolidación del sistema democrático.
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En primer lugar, es imperativo reflexionar sobre el papel de la ciudadanía en este proceso electoral, en cuanto concierne al destino de la lucha contra la corrupción emprendida bajo el formato de un Ministerio Público independiente, o si el elegido será una marioneta de los organismos internacionales, que pretenden la apertura definitiva de la frontera a los haitianos, un títere dispuesto a instalar campos de refugiados, detener las deportaciones de indocumentados y negociar la soberanía nacional.
En segundo lugar, los dominicanos tenemos la responsabilidad de elegir nuestros líderes con sabiduría y conciencia cívica, sabedores de que tanto la lucha contra la corrupción y la impunidad, junto a las futuras relaciones con Haití en crisis, aportan el componente crucial del ejercicio cívico que cumpliremos dentro de 12 días.
Elegir sabiamente y con conciencia al futuro presidente de la nación y legisladores, es un imperativo de la democracia participativa. Elegir nuestros líderes, considerando no solo las propuestas de los candidatos, sino también su trayectoria, integridad moral y capacidad para gobernar de manera justa y eficiente. Leonel Fernández, quien aspira a volver al poder, nada ha dicho respecto a la corrupción que tipificó sus administraciones durante 12 años; Abel Martínez, candidato del PLD, también ha silenciado las acusaciones de corrupción que los tribunales ventilan contra ex funcionarios de las administraciones peledeístas. Ambos se han referido lacónicamente al tema haitiano.
Al presidente Luis Abinader, a quien ha correspondido lanzar la independencia del Ministerio Público contra la corrupción y bajo cuyo Gobierno estalló la crisis haitiana, es el único candidato con una visión realista de ambos escenarios: persecución de la corrupción, cero impunidades y la autodeterminación de Haití. Su reelección garantiza la continuidad de ambos procesos.
El voto se erige como un derecho y un deber que no debe ser tomado a la ligera.