Una vez más las cadenas de montañas que recorren la isla en dirección este oeste cumplieron su rol de amortiguadores de los vientos de Fiona. Son los huracanes que llegan en dirección al paralelo 18 entrando al Caribe por las islas de Sotavento.
En los casos del San Zenón en 1930 y David en 1979 impactaron de sur a norte por la costa sur y las montañas no protegieron a la isla que se vio azotada severamente por el huracán más severo del siglo XX y días después en septiembre en dirección este oeste fuimos golpeados con dureza por la tormenta Federico que con su avalancha de lluvias torrenciales colmató todos los suelos del territorio dejando en condiciones maltrechas al país.
La violencia de los huracanes que llegan paralelos a la isla se amortiguan siempre por el valladar de las cadenas de montañas que ubicadas estratégicamente en paralelo a la dirección de los vientos este-oeste se convierten en una defensa natural de la isla.
Esa ubicación tan afortunada este-oeste ayudan a aliviar la violencia de los vientos para no ocasionar severos daños como los ocurridos con el huracán George en 1998. Este se mantuvo paralelo en la parte sur de la cordillera central. Sus destrozos fueron en la zona sur de la isla arrasando con una zona poblada de San Juan, la Mesopotamia con cientos de casas destruidas y decenas de muertos.
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En el caso del huracán Fiona, que entró a la isla por el este y avanzó orillando la vertiente norte de la cordillera central contribuyendo a que los vientos fluyeran paralelos a la costa y se desviaran hacia el Océano Atlántico en donde se fortaleció hasta categoría 3 avanzando en mar abierto hacia el norte de manera que su orientación le evitó daños mayores al país.
Y nuestras montañas permitieron que Haití prosiguiera en su función de aniquilamiento llevando el destrozo a un malogrado conjunto humano cuyo objeto final para evitar su aniquilación es arrollarnos con furia para no morir ante la indiferencia de las naciones que no están decididas a contribuir a evitar la tragedia del colapso del vecino territorio occidental de la isla.
Nuestras cadenas de montañas en dirección paralela a la costa penetran en Haití y se extienden en sus dos largas penínsulas formando una barrera para los vientos y el agua corre en abundancia por poco tiempo. Sus ríos, con excepción del Artibonito son de poca longitud y caudales torrenciales de poca duración.
Por el estado de desorden en que esta sumida la colectividad haitiana lo mejor fue que Fiona obedeciera la protección de las montañas para no llevar otra tragedia a ese malogrado pueblo.
Fiona puso en evidencia la vulnerabilidad de nuestros sistemas de carreteras y como siempre se interrumpió el tránsito por algunas vías en el este y los ríos desbordados arrasaron con los ranchos que en las orillas de sus ríos construyen los marginados ante la mirada indiferente de las autoridades que se acuerdan de ellos en el caso de crecientes y acuden para evacuarlos o llevarles comida y colchonetas pero ellos se niegan a abandonar sus tugurios por temor de que vengan las malandrines y le roban sus escasas propiedades. Ya que las autoridades no garantizan esos bienes por mas humildes que sean.