Luego de la aventura de Cayo Confites (1947), Pedro Mir se refugió en Santiago de Cuba. Su amigo Juan Bosch, luego de una estadía en la cárcel de El Príncipe sale hacia Sudamérica. El poeta social se entrega a un proyecto de elucidación histórica: mostrar cómo Santo Domingo fue la cuna de las tres primeras revoluciones en el Nuevo Mundo. De ahí saldrá su primera obra de carácter histórico: “Tres leyendas de colores”, publicada a fines de los años sesenta, en República Dominicana.
El texto tiene su propia historia y una valoración especial en la historiografía dominicana. Cuenta el autor que la obra se perdió antes de ver la luz pública. Se conjetura que pudo haber sido sustraída de la casa editorial en La Habana por elementos del Servicio Secreto de Trujillo. Mir ya estaba en las miras del régimen desde que se exilió en una embajada en Santo Domingo, de la que pudo salir y, luego, marchar a Cuba. Su participación en Cayo Confites le había acarreado una condena de la Justicia del dictador.
Años después, Mir recupera el texto de manos de Héctor Incháustegui Cabral. La historia no dice cómo lo obtuvo el poeta. Se ha escrito que la embajada de La Habana llegó a proteger a Pedro Mir. Asunto que habría que investigar. “Tres leyendas de colores» pasa a ser uno de los libros atacados por el poder. Y tenían razón los censores de Trujillo para hacerlo. Esta obra constituye uno de los primeros textos de la historia social y política de Santo Domingo.
Puede leer: El «Libro Becerro» de la ciudad de Santo Domingo entregado a la custodia del Archivo General de la Nación
Junto a “La República Dominicana, análisis de su pasado y su presente (1940), de Juan Isidro Jimenes-Grullón, el exilio dominicano procura una episteme marxista que oriente su práctica política. Mir prefigura un texto histórico y tiene muy presente a sus lectores. Y se lo propone con una finalidad estética, pero a la vez política. Quiere que el pueblo conozca la verdadera historia que lo funda. Pero no quiere aislarse del poeta, del intelectual que es. Mir busca una escritura bella, comunicable, intelectual a la vez que realiza un libro que logre cierta relación con su proyecto de poeta portavoz del pueblo.
Podría agregar a lo anterior, que Mir escribe un texto que expresa un conocimiento, pero es a la vez la elaboración de un saber que debe normar su práctica como poeta social. Era imperativo que conociera el pueblo al que estaban dirigidos sus poemas. Así que la indagación histórica tenía distintos fines. Todo esto se puede apreciar si realizamos una lectura detenida del texto.
Por su título, el autor acerca su obra a lectores menos intelectuales, dice que son leyendas; cuenta con gracia, además de componer bellamente la obra. No quiere en el fondo que su libro pase a ser otro libro de Historia, la suya es la historia con letra minúscula: es una narración escrita por un poeta social, que Antonio Fernández Spencer llamaría años después en España, “poeta socialista”: él, que no creía en el socialismo. Decía que en el país había un poeta socialista. Con esto se cuidará de Trujillo. Por lo menos le decía algo que la dictadura sabía: la relación de Pedro Mir con los muchachos que luego de la apertura posbélica, llenaron la Capital de pasquines (Díaz Grullón, “Anti-nostalgia de la Era”, 1991).
La primera parte de “Tres leyendas de colores” (1969) está dedicada a la rebelión blanca. Una de las menos estudiada y estimada en el imaginario histórico dominicano: la rebelión de Roldán. Mir encontrará en ella el germen de la propiedad privada, la lucha entre el monopolio de los bienes materiales por parte de los colonizadores, frente al trabajo asalariado de los campesinos y albañiles que llegaron en las carabelas del segundo viaje del Almirante. Para Mir, que había tomado clase con Barceló en la Universidad de Santo Domingo, la historia social de la colonia inicia en América las contradicciones que van a dar origen al pueblo; el pueblo surgirá dialécticamente de la contradicción de la posesión de la tierra, los bienes y, en especial, del oro. Pero este pueblo viene de la tradición de los foros medievales, de la mesta, agrego yo. Y, sobre todo, del municipio. Porque Roldán era el alcalde mayor de La Isabela y como tal será la voz que encuentre el pueblo. Las contradicciones que se van y que provocan la rebelión de Roldán, la llegada de Bobadilla y la caída de Colón dan origen a la política en América. Y este es otro filón de este libro como también se puede apreciar en la novela de Bruno Rosario Candelier, “El sueño era Cipango” (2002).
Creo que en este libro se encuentra el plan fundador que desarrollará Pedro Mir como investigador en el terreno de la Historia: la escritura de la historia popular. El proyecto mayor de esta intención epistémica es el libro “La noción de período en la historia dominicana” (1981) publicada en tres tomos. Y que Mir escribió como investigador de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Si bien la participación en la historia es fundamental también lo es el propósito de fundar la historia del pueblo dominicano.
Otro historiador que dio paso en el segundo sentido fue Franklin Franco Pichardo (“Historia del pueblo dominicano”, 1993).
La segunda rebelión que estudia Pedro Mir en “Tres leyendas de colores” es la sublevación de los indígenas, la rebelión del cacique Guarocuya, mejor conocido como Enriquillo. Con lo que se da en La Española la segunda rebelión de colores, con la infortunada suerte de los negros, porque en el acuerdo de Paz gestionado por Francisco de Barrionuevo, a nombre del rey Carlos I de España, los aborígenes se comprometen a apresar a los negros cimarrones.
Pedro Mir sitúa ya el contradiscurso que cuestionó la visión de Manuel de Jesús Galván del personaje de Trujillo y la manera en que el romanticismo dominicano echó mano del indigenismo para la construcción del relato identitario. Un aserto que se ha convertido en lugar común en la crítica al hispanismo y la valoración de la negritud en la República Dominicana. Critica la leyenda de tomar al indio como prototipo de la identidad de los dominicanos. Dice Mir que “el indio era un tipo racial que encajaba perfectamente como símbolo transaccional de las dos razas que componían el prisma social dominicano”. (OC, tomo IV, 192).
La tercera rebelión es la negra. Con los levantamientos negros, Pedro Mir es uno de los primeros estudiosos del cimarronaje y de la cultura africana en el país. Mir introduce los nacientes estudios caribeños dedicados a las razas, en especial a la raza negra y a la formación mulata del pueblo dominicano. Parte de los trabajos de Fernando Ortiz en Cuba y su investigación tiene una cierta coincidencia con los primeros esfuerzos por introducir en Puerto Rico el estudio de la cultura africana por Ricardo Alegría.
“Tres leyendas de colores” es el primer libro que conforma el tomo dedicado a los aportes que Pedro Mir realizó a la interpretación histórica y social dominicana. El ensayo introductorio del tomo IV es del doctor Roberto Cassá. Para el historiador Pedro San Miguel este libro resultaba novedoso tanto para la historiografía dominicana como para la del Caribe. La edición de las Obras completas de Pedro Mir fue realizada por los historiadores Juan Daniel Balcácer y José Chez Checo para el Archivo General de la Nación y el Banco de Reservas de la República Dominicana.