Las zonas rurales: La vida en los hatos, monterías y haciendas siglos XVI – XIX

Las zonas rurales: La vida en los hatos, monterías y haciendas siglos XVI – XIX

La vida en los hatos, monterías y haciendas siglos XVI - XIX

Por: Amaurys Pérez Vargas
En su interesante obra Raza e historia en Santo Domingo, el doctor Hugo Tolentino Dipp nos subraya la importancia que tuvo “la base económica en la que se sustentaron las diversas formas que adoptó la esclavitud en el ámbito americano español, francés, anglosajón, holandés”. Siguiendo historiográficamente las coordenadas del materialismo histórico, Tolentino Dipp considera necesario aplicar este enfoque sobre el fenómeno esclavista “porque el análisis central no puede ser el de los patrones legales o morales existentes en las metrópolis, sino en el de los distintos modos de producción que caracterizaron la esclavitud en América”. Así pues, el aspecto económico se convierte en un criterio fundamental para comprender las relaciones sociales que desarrollaron los esclavos durante la colonia.

Ciertamente, en nuestro imaginario, los esclavos se encuentran vinculados a las plantaciones por el significativo rol que desempeñaron en la agricultura y especialmente en el cultivo de la caña de azúcar desde el siglo XVI. Sin embargo, el esclavo era por definición una persona (hombre o mujer) que podía hacer de todo, particularmente en las sociedades rurales donde cumplían todo tipo de funciones. Así pues, la “esclavitud rural” no se reduce exclusivamente al espacio agrícola, a pesar del rol mayor que jugó la agricultura en las sociedades caribeñas hasta bien adentrado el siglo XX. No obstante, no hay dudas de que el trabajo de los esclavos asignados a tareas agrícolas estuvo condicionado por el ritmo de las temporadas, según los diferentes rubros: caña, algodón, café, cacao, tabaco, entre otros.

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Así mismo, estos rubros determinaban la cantidad de personas requeridas para la producción, lo que a su vez influía en las formas de sociabilidad que se generaron en las comunidades de esclavos. A diferencia de lo que sucedía en las zonas urbanas donde los esclavos se encontraban agrupados, en las zonas rurales estaban dispersos (característica demográfica que facilitaba que se les sometiera a todo tipo de abusos). Esta realidad se reflejó con mucha claridad en los esclavos que vivieron en los hatos, monterías y haciendas que se desarrollaron en nuestra sociedad colonial, cuyo principal modo de producción fueron los hatos ganaderos.

Para entender la situación que se vivió en la ruralidad dominicana, es fundamental tener presente las definiciones esgrimidas por Antonio Gutiérrez Escudero, quien nos indica que en un hato “se encontraría el conjunto destinado a la morada del propietario, administrador o peones, la zona dedicada a pastos, el terreno para plantar los productos agrícolas alimenticios básicos, y un lugar reservado a bosque, llamado “montería”, en ocasiones lindante con otras posesiones y de extensiones muy diversas”.

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En el marco de ese universo, el historiador Raymundo González nos subraya que “entre los tipos de explotaciones o haciendas establecidas en el Santo Domingo colonial se hallaba la montería de animales alzados o cimarrones, originalmente domésticos, como el ganado vacuno, porcino y equino, los cuales en campos abiertos y despoblados se adaptaron rápidamente a la vida silvestre”. Al respecto, González nos da cuenta de que los primeros animales «fueron introducidos a la isla en los primeros años por los colonizadores desde la Península Ibérica y las Islas Canarias”.

Nos agrega además que “la montería era un espacio a donde crecía y se multiplicaba el ganado, sin intervención humana, en medio de bosques montuosos, aunque más bien representaba un tipo de ganadería extensiva”.

Prof. Amaury Pérez, Ph.D. Sociólogo e historiador UASD/PUCMM

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