¿Les digo Algo?. La Navidad y la Semana Santa representan los dos hechos más relevantes de la vida de Jesús en su paso por este mundo: su nacimiento y su crucifixión, ocurridos bajo el temor de quienes ejercían el poder en la sociedad, la política, la economía y la religión.
El nombre de Jesús el Nazareno, que derivó en Jesucristo, el Mesías, trascendió y se hizo eterno por la crucifixión a que fue sentenciado por un Sanedrín y un Ministerio Público de individuos que fingían ser justos, decentes y buenos, pero en realidad eran corruptos, prevaricadores, inmorales e hipócritas.
Connotados juristas afirman que en su juicio se violaron todos los principios: no fue público, fue nocturno, no tuvo derecho de defensa, no presentaron pruebas en su contra, no hubo revisión, los jueces estaban prejuiciados, no se le dio oportunidad de presentar ninguna prueba antes de ejecutarlo en el Gólgota y los falsos testigos nunca fueron cuestionados.
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Las actuaciones negativas de muchas entidades creadas antiguamente para regir las sociedades, tribus y conglomerados, son los modelos que, a través del tiempo, emulan los integrantes de las instituciones que deberían hacer prevalecer la justicia, la equidad y la armonía de sus miembros.
Las personas que se rebelan contra las injusticias, la inequidad y la conculcación de los derechos humanos son hostigados y condenados por autoridades y las cúpulas del poder económico y religioso siguiendo el mismo patrón que predomina desde la época en que Jesucristo anduvo por la tierra.