Por: Adrián Durán, vicepresidente senior de Aplicaciones e Industrias para Oracle América Latina
Le preguntamos a 14 mil personas de 13 países sobre su relación con el trabajo después de la pandemia[1]: 9 de cada 10 nos dijeron que el éxito tiene un nuevo significado para ellos y que ahora priorizan mucho más el equilibrio entre vida laboral y personal. ¿Cómo llegamos a un consenso tan grande? Por un lado, creo que esa resignificación ya venía dándose por la incorporación de la tecnología en nuestro día a día, que facilita nuevas formas de integrar nuestras actividades e intereses. Pero hay algo más que nos está llevando a cambiar nuestras elecciones casi sin darnos cuenta.
Cuando era chico, estudiar y trabajar duro representaban el sacrificio necesario para alcanzar el sueño de la adultez: la casa propia. Tener un automóvil, objetos o ropa cara solían ser símbolos de status. Pero esa percepción está cambiando muy rápidamente. Hoy tener no es tan importante como acceder. Hacer, viajar, disfrutar y vivir explican mucho mejor nuestro éxito que el auto estacionado en un garaje.
Una tendencia que se destaca en las previsiones de Forrester Research para este año muestra que el 80% de los consumidores verá el mundo completamente digital y sin barreras con lo físico, con mayores expectativas de que las experiencias digitales funcionen bien. Esto significa que esperarán que las empresas les ofrezcan una experiencia de cliente digital exitosa y sostenible. Porque a eso aspiran hoy por hoy las personas: no a cosas materiales, sino a experiencias.
Hace poco leí que la percepción del tiempo cambia con la experiencia. Una persona de 50 años puede haber vivido mucho más que otra de la misma edad. Y cada uno de nosotros en los próximos años puede vivir mucho más o mucho menos, dependiendo de qué elecciones hagamos. ¿Qué nos hará más felices? ¿Comprarnos un departamento en una ciudad o viajar por el mundo entero, pagando por dormir cada noche en un lugar distinto?
A paso firme, el mundo está pasando del paradigma de la propiedad (tener) al del acceso (experimentar, hacer). Así, el formato de “producto como servicio”: una reversión del clásico alquiler, está llegando a sectores inimaginados. Hoy vemos cocinas como servicio, granjas solares como servicio, viñedos como servicio.
Esta nueva tendencia obliga a las empresas a repensar sus estrategias para ofrecer a sus consumidores lo que están necesitando. Mutar, ajustar, adaptar. La capacidad de respuesta al cambio es la clave para la supervivencia de los negocios en este contexto. Y frente a este panorama la tecnología se transforma más que nunca en el principal aliado. Porque, así como ya casi nadie aspira a comprarse el mismo automóvil que el vecino, ninguna empresa quiere la misma aplicación de negocios empaquetada que las demás – sino una versión customizada para su desafío específico. A cada momento.
¿Tendría sentido ir a jugar al tenis con sandalias? ¿O de vacaciones a la playa con borceguíes? Creo que todos coincidiremos en decir que no. Porque el calzado ha evolucionado para ofrecernos una opción ideal casi para cualquier contexto y algo parecido está pasando hoy en la industria tecnológica.
De la misma manera, no existe tecnología que sirva para todos por igual cuando se trata de aplicaciones. Las herramientas que una compañía farmacéutica necesita para poder ofrecer nuevos tratamientos al mercado, por ejemplo, no son las mismas que las que requiere una empresa de servicios públicos para alcanzar sus objetivos de descarbonización.
En los últimos años ha cambiado radicalmente la forma en que consumimos y hacemos negocios, obligando a las empresas a transformarse de manera acelerada y ejecutando en semanas proyectos antes planificados a cinco años. Innovación, redefinición de paradigmas y adaptación a cambios inesperados, ¿estamos realmente preparados para un mundo de “todo como servicio”?