Los psicoterapeutas sabemos la importancia que tiene el asumir la vida con las razones existenciales resueltas, autorreguladas, entendidas y asumidas para construir el para qué, que es la parte más significativa en el ser.
Las crisis de ansiedad, el pánico, la depresión, el miedo a la soledad, la inseguridad, las adversidades y circunstancias de la vida guardan relación con la falta de autoconfianza y de fortaleza emocional para tener los autocontroles de la vida.
El miedo nos destruye, nos paraliza o se adueña de nuestra vida, en la medida que es más grande que los recursos que disponemos para enfrentarlo. Recursos que pueden ser desde lo económico, lo emocional, lo psicológico, espiritual o contar con las habilidades y destrezas para responderá las adversidades.
Qué tan bien preparados estábamos para enfrentar la pandemia o para el divorcio, un duelo, la pérdida de un trabajo, un conflicto familiar, un acoso moral o la pérdida del estatus socio-económico. En diferentes personas van a existir diferentes resultados con representación de riesgo, de impactos en lo emocional y lo conductual, dependiendo de su refugio existencial y el logro del significado vital de su vida.
El nivel de fragilidad, vulnerabilidad en una persona puede incidir desde su condición biológica, el tipo de crianza, su tipo de personalidad o de la falta de factores protectores con los que cuente para enfrentar una adversidad.
Con el covid-19 hemos aprendido a vivir más simple, con menos cosas y menos expuestos a la vanidad o a los estándares o exigencias del mercado y de las personas. De pronto hemos vivido sin el vehículo, los trajes, las cenas en restaurantes, sin viajar, sin los encuentros de amigos y sin los espacios confortables.
Aquellas personas que tenían asumida sus vidas desde lo vital y lo existencial encontraron el significado de lo vital en las cosas intangibles, sencillas que son las que le dan respuestas significativas a su armonía emocional y psicológica: leer un libro, escuchar música, realizar ejercicios, desde la casa, hacer yoga, conectarse con el cine, el teatro, la meditación, las conversaciones con amigos y familiares.
Todo el que fortaleció su vida espiritual con lo intangible, sintió menos miedo, menos soledad, menos angustia y menos temor. En cada circunstancia y adversidad los seres humanos fortalecen sus emociones y sus razones existenciales a través de mantener su enfoque, su atención y concentración y refugio en aquellos significados que le ayudan a fluir y sentir la satisfacción y la paz en la adversidad.
Cada persona que se sienta ser el capitán de su barco y amo de su destino en medio de la tormenta, de la catástrofe, de la guerra o de una pandemia debe buscar de sus propios recursos para protegerse, mantenerse y salir airoso. Es diferente de las personas que no saben autogerenciar o administrar sus propios recursos psicológicos, ni emocionales que terminan en crisis, pánico, desajustado y perdiendo el equilibrio, la equidad y la eficacia en cada circunstancia desfavorable.
En la vida existencial lo vital sigue siendo la familia, los amigos, los vecinos, los valores, el trabajo y la socialización saludable. Sin embargo, aquellas personas que vivan estimulando hacia un placer cortoplacista y valorando el confort, la vanidad, y el “ego” por encima de lo vital, son los que no han aprendido nada después del covid-19.
La posmodernidad ha sustituido lo vital por lo visual, lo inmediato, la adoración al cuerpo, lo que autogratifica y da constancia de éxito. Hace tiempo que impusieron vivir por el parecer y estimulan la renuncia del ser, es decir, la esencia de lo vital para entender la dimensión humana.
Las personas que han podido mantenerse y descubrir lo vital en su existencia son los que han de tener mejor salud mental después de la pandemia y volver a una nueva normalidad siendo mejores personas.