Las emociones negativas construyen pensamientos ilógicos e irracionales
Las personas viven estresadas, angustiadas y con temor, a veces, por un pasado no resuelto o un futuro incierto. Y lo peor es cuando no se tienen los para qué de la existencia, los propósitos o motivos que puedan en orden de prioridades, devolverle la seguridad existencial del que vive en armonía entre lo interior y lo exterior.
Desde la salud mental se percibe el desequilibrio, la vulnerabilidad y los riesgos que aumentan en cientos de personas. Es evidente que los desórdenes mentales van en aumento, que afectan a hombres y mujeres en edades productivas, sin importar estatus social, color de piel, religión, o la ocupación laboral.
Existe un aumento de la violencia de género, intrafamiliar y social. Los últimos feminicidios, homicidios colectivos, suicidios, violencia con armas de fuegos, conflictos barriales, muertes en “teteos” y violencia social, forman parte de una cultura de violencia que impacta a las mujeres y a las familias.
Se dice que el estado emocional de una persona determina la forma en que percibe el mundo. La cognición es incapaz de modificar la emoción. Pero la emoción puede modificar la cognición.
Cuando se vive con emociones negativas: ira, rabia, cólera, venganza, culpa, remordimiento y odio, esas emociones construyen pensamientos ilógicos e irracionales que llevan a asumir acciones riesgosas, peligrosas y de alto riesgo social.
Las personas responden de forma inadaptativa a las frustraciones, adversidades y a las crisis, cuando no tienen el aprendizaje emocional para manejar pérdidas, decepciones, desapego, rupturas emocionales, etc. La falta de inteligencia emocional, el sistema de creencia distorsionado son los que llevan acciones violentas contra la pareja, la familia, la comunidad, contra los otros ciudadanos.
Los celos enfermizos, las celotipias, los controles exagerados, la inseguridad, la baja autoestima, el miedo a la pérdida, la alteración psicoemocional y los desórdenes emocionales hacen que individuos pierdan los controles en un momento para realizar hechos lamentables para la sociedad.
La tenencia y porte de arma de fuego en una persona con ira, mal manejo de las frustraciones, violenta e intolerante, pero, sobre todo, con un sistema de creencia distorsionado, limitado y defensivo, se convierte en un riesgo para sí mismo y para las demás personas.
La mayoría de personas que cometen feminicidios, homicidios y actos violentos, han tenido episodios previos de respuestas emocionales y de acciones emocionales explosivas, violentas y desafiantes, pero también, acosos, amenazas, chantajes, manipulaciones, intimidaciones y controles de su pareja o familia. A veces hacia fuera mandan mensajes de personas funcionales, cariñosas, tranquilas o solidarias, pero hacia dentro, en la vida de pareja o familia son verdaderos monstruos que tienen a los demás bajo el yugo de amenaza y la tensión emocional.
El consumo de alcohol, drogas ilegales, o desórdenes emocionales conllevan a aumentar la violencia, a conductas de alto riesgo. Si a todo esto, también existe alguna patología en la personalidad las consecuencias son peores.
Si no existen mayores controles con la tenencia y el porte de armas de fuego, y si los fiscales no mandan a evaluaciones psiquiátricas a las parejas que van por violencia o maltratos a solicitar protección, es evidente que las mujeres continuarán en riesgo de sus maridos o exparejas de alto riesgo.
Las personas y parejas, en condiciones de vulnerabilidad por sus reacciones emocionales o por desórdenes emocionales, hay que buscarles ayuda. Dentro de la dinámica familiar, en los espacios laborales, en grupos sociales, se perciben y se encuentran personas que padecen de desórdenes emocionales, de mal manejo de la ira con depresión, ansiedad, problemas de adicciones etc.
Esconder o silenciar esos padrones disfuncionales no ayudan. Hay que acudir al psiquiatra, al psicólogo clínico. Los diagnósticos tempranos, la medicación a tiempo y la psicoterapia ayudan y le cambian los resultados de vida de una persona.
Es evidente que los desórdenes mentales aumentan, que afectan a hombres y mujeres en edad productiva