El dominicano es un producto de un crisol de razas: un poquitico de taino, mucho de africano, otro tanto de español y a eso por las sucesivas migraciones se sumaron los libaneses, italianos, franceses, judíos, chinos y otros, por eso nuestra composición, según algunas fuentes, es de 70.4% mestizos, negros 15.8%, blancos 13.5% y otros 0.3%; sin embargo a pesar de esas diferencias raciales nos une un mismo idioma, cultura, idiosincrasia, amor al terruño, sentido de pertenencia y un pueblo con esas características no es racista, no es xenófobo y tampoco tiene odio por los haitianos.
Si odiáramos a los haitianos hubiese persecución, asesinatos, discriminación, maltrato por parte de las autoridades; por el contrario más de dos millones viven ilegalmente, trabajan sin ser molestados, envían sus remesas a sus familiares, no se le niega una butaca escolar a un niño haitiano, aunque carezca de documentos, tampoco la atención a las parturientas, que representan el 23% de los partos en los hospitales, y recibe atención medica cualquier indocumentado que llegue a una emergencia.
Ese número exorbitante de migrantes, que podría representar cl 20% de nuestra población, ha copado prácticamente todas los puestos de trabajo en la construcción, la agricultura de recolección , una parte importante en los hoteles e incluso han sustituido a los dominicanos en la venta callejera.
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Los haitianos deportados, una mínima parte, son bien tratados, mejor se han producido conatos de ataques contra las autoridades, como en la Ciudad Juan Bosch, sin ninguna consecuencias contra ellos, y existen gettos, como el hoyo de Friusa en Bávaro, donde las autoridades no se atreven a penetrar.
¿Con ese estado de cosas se puede hablar con justicia que somos racistas, xenófobos y que odiamos a los haitianos por negros y por pobres?
Lógicamente hay una población amplia del país, dentro de los cuales se encentra este escribiente, que está preocupada por una migración fuera de control que devalúa el mercado laboral, aumenta la pobreza y tiene toda la potencialidad de lastrar nuestro desarrollo porque con un porcentaje creciente de la población sin grandes destrezas laborales, cuya idiosincrasia le impide integrarse a esta sociedad, corremos el riesgo en el futuro de confrontaciones sociales entre dominicanos y haitianos.
Ningún país, por más liberal que sea con el tema migratorio, permite una penetración a su territorio que ponga en peligro sus raíces, cultura, idiosincrasia y lo más importante: la paz social.
Lógicamente hay dominicanos, como los empresarios que se benefician de esa mano de obra relativamente barata, que por cierto ha retardado la modernización de la agricultura y la industrialización de la construcción. Esos empresarios les conviene que continúe el statu quo, así como también a ciertas figuras y organizaciones financiadas por gobiernos y ONG que pretenden la RD asuma la crisis haitiana.
El presidente Luis Abinader ha sido claro en diferentes escenarios, locales y mundiales, en el sentido de que la solución de Haití no se encuentra en la RD; siendo así que continúen las marchas, el apoyo a la construcción del muro y a fortalecer la conciencia de la necesidad de sellar la frontera, aplicar las leyes migratorias y seguir insistiendo en la necesidad de una intervención multilateral para restaurar la paz y contribuir a fortalecer la institucionalidad y la economía.