Las relaciones entre los dos países de la isla de Santo Domingo se parecen a un baile de mal gusto en donde los convidados no saben cuando salen a la pista y están tropezando continuamente, empeorando cada vez lo que deberían ser relaciones normales, ya que ambos pueblos se necesitan y se complementan.
Por muchos años, desde el nefasto episodio del corte de 1937 cuando Trujillo ordenó la eliminación de buena parte de haitianos que vivían en una amplia región del Cibao para reducir la prolífera presencia de ellos en esa zona, no se había llegado a un punto de probable confrontación como el que ocurre actualmente en donde parecería que una chispa podría ser el detonante para algo funesto en la isla.
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Haití, sumido en la anarquía de su inexistente control de su territorio, está a la espera de una fuerza extranjera para llevar el orden a su incapacidad de gobernarse. Sería para ofrecer una apariencia de control pero como siempre saben sacar de abajo para incordiar a sus vecinos orientales y colocarlos en jaque. Ellos provocan que los dominicanos vivan cometiendo errores a todo lo largo de este siglo XXI después que desaparecieran los artífices dominicanos de las relaciones bilaterales con los vecinos occidentales que respetaban el buen juicio de diplomáticos altamente capacitados que mantenían a los haitianos calmados y no se había llegado a la etapa de confrontación que existe ahora donde la diplomacia occidental saben como provocar a una opaca diplomacia dominicana cometiendo errores a las claras para enturbiar las relaciones isleñas al borde de un diferendo peligroso.
El diferendo surgió en torno a la decisión unilateral de Haití de aprovechar las aguas del río Masacre, algo que está establecido en el acuerdo de 1929 para compartir las aguas fronterizas. Ya Haití ha avanzado bastante en la construcción de una zanja hecha con bloques dominicanos para conducir un metro cúbico de agua para irrigar una zona de su territorio, cosa que alborotó a los dominicanos que reaccionaron tardíamente ya con un canal muy avanzado.
Los dominicanos, en lugar de sentarse a discutir esa violación al acuerdo de 1929, se alborotaron y pretendieron impedir que siguiera la construcción que se encuentra muy avanzada. Parecería lo sensato que los dominicanos impidieran que el agua entre al canal con su lecho ubicado a casi un metro por encima del nivel del río.
A los dominicanos les va a ser difícil admitir que se equivocaron al enfrentar a los haitianos con su canal y todo ese proceso ha sido un cúmulo de errores que ha obligado a los noveles estrategas y diplomáticos dominicanos no seguir alborotando el ambiente y dejar las amenazas del canal de La Vigía para sentarse a discutir mientras ya sosegados los ánimos normalizar las relaciones entre dos naciones que si bien son muy diferentes tienen lazos comunes que en la frontera se observan en la conducta de las dos poblaciones sumidas en la misma pobreza que se arrastra de cientos de años.
Lo funesto y grave sería que los dominicanos impidieran que el agua del río entre al canal cuyo fondo esta casi un metro por encima del lecho del río. Eso sería malvado y desestabilizador para la isla y serviría para una confrontación mayor obligando a los organismos internacionales a mediar.