Como hipótesis para tratar de esclarecer los asesinatos recientes de civiles, efectivos militares y agentes de la Policía no debería descartarse la denuncia del Consejo Nacional de los Derechos Humanos (Conadehu) y su director general, Nelson Gutiérrez, de que esos crímenes son obra de una banda criminal que opera dentro de la institución conocida como “los filibusteros”. Y no debe descartarse porque los que llevamos mucho tiempo en este oficio sabemos que no es la primera vez que se hace ese tipo de denuncia, ni que se habla de la existencia de grupos que dentro de la Policía sabotean con acciones criminales la gestión de un determinado jefe policial, que en este caso está actuando contra las directrices de sus superiores de garantizar la seguridad de la población, y de paso tratar de hacer fracasar o desacreditar el proceso de reforma policial.

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Pero se investigue o no la denuncia del activista social, la ocasión es propicia para recordar que los principales enemigos de ese proceso de reforma están dentro de la propia Policía Nacional. Y desde adentro, con el auxilio de la información sensitiva a la que tienen acceso, están en capacidad de hacer mucho daño, y no solo a la institución a la que pertenecen y cuyo uniforme deshonran. En el caso de “los filibusteros”, sus miembros estarían aplicando, según la denuncia de Conadehu, la teoría del caos en su propio beneficio y de su infame causa. “Por eso es que los agentes en las últimas dos semanas asesinan ciudadanos de forma despiadada y en frente de niños, mujeres y ancianos, sin importar que sean grabados a no”.

No tengo expectativas sobre la posibilidad de que las autoridades investiguen a fondo esa denuncia, como no se investigó ninguna de las anteriores, como fue el caso, para poner un ejemplo, del teniente conocido como La Soga y la banda de sicarios que supuestamente dirigía dentro de la Policía. De La Soga, convertido en siniestra leyenda, ya hicieron una película. ¿Pasará lo mismo con “los filibusteros”?