Por: Amaury Pérez Vargas
En el capítulo “Los negros fugitivos de Saint-Domingue”, de su monumental obra La esclavitud del negro en Santo Domingo, el historiador Carlos Esteban Deive nos explica que “la historia de los esclavos fugitivos y cimarrones de la colonia española de Santo Domingo tiene su complemento en la de los negros alzados en la francesa, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XVII, época en que esta se halla ya firmemente establecida en la parte occidental de la isla”. En ese sentido, se puede decir que la esclavitud en la isla de La Española posee un aspecto que debe estudiarse de manera conjunta, pues tal como nos explicó el Dr. Deive “hay un momento en que ambas historias convergen para integrar, en cierto modo, una sola. Ese momento surge cuando los cimarrones de una y otra colonias conviven en los manieles de Baoruco, Neiba y Cabo Beata”.
Vale decir que las fugas en la esclavitud solían diferenciarse por su temporalidad, entre aquellas que duraban varias horas o días y las que sirvieron de base para la constitución de grupos, véase comunidades de esclavos fugitivos, tal como sucedió en 1677 con el poblado de San Lorenzo de Los Mina.
En efecto, según el relato que hizo el gobernador de la colonia al rey de España, el vecindario fue fundado por esclavos fugitivos donde “el número de negros con las mujeres llegaba a cincuenta personas y que andaban perdidos y mendigando”, tal como lo reveló el historiador Amadeo Julián en su artículo titulado “La fuga de esclavos de la colonia francesa a la colonia española de Santo Domingo, la fundación del pueblo de Los Minas, y la resistencia y solidaridad de los negros libres”, publicado en la revista Clío de la Academia Dominicana de la Historia.
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Ciertamente, en la zona fronteriza que separaba a la colonia francesa de la española había autoridades diferentes, lo que contribuyó para que se desarrollasen durablemente verdaderas sociedades cimarronas, pues siguiendo a Deive “la óptica con que las autoridades francesas y españolas ven los alzamientos y fugas de los negros de Saint-Domingue es, desde luego, diferente. Mientras para las primeras los esclavos que abandonan las haciendas, plantaciones y casas de sus amos para aislarse en la porción oriental de la isla son simples cimarrones, los segundos aplicarán a esos esclavos distintos criterios y calificativos, todo ello con el objeto de aprovecharse de ellos en beneficio propio”.
A partir de la exposición que hiciera la maestra María Filomena González, a través de los documentos estudiados por el fenecido historiador haitiano Jean Fouchard, se puede apreciar que la mayoría de los esclavos fugitivos eran hombres, los cuales construían sus aldeas rodeadas de empalizadas, lo que nos explica el uso del término “palenques” en nuestro idioma. De igual forma, las ciudades sirvieron como medios de escape, pues allí los negros fugitivos se fundieron con la población de hombres libres de color, logrando (con el apoyo de las autoridades locales) evadir la persecución de los cazadores pagados por sus amos, quienes tenían la misión de encontrarlos y regresarlos a sus respectivas plantaciones, ya que en teoría los españoles se declaraban respetuosos del “sagrado derecho de propiedad”. Por tal motivo, se dictaron varias disposiciones oficiales y bandos de buen gobierno, tal como lo atestiguan decenas de documentos en los archivos reales coloniales.
Prof. Amaury Pérez, Ph.D. Sociólogo e historiador UASD/PUCMM