Estamos en un punto en el que el país ha quedado colocado en mejores condiciones para atraer inversiones para la exploración y futura explotación del aceite negro
Petróleo siempre ha habido en el país y cada vez son mayores las evidencias que lo confirman, aunque todavía no estamos en capacidad de anunciar su existencia con potencial comercial sin prestarnos a un “chasco largo”.
Muchos de quienes nacimos en el Suroeste lo hemos visto brotar desde las entrañas del suelo, y los pasos en la búsqueda de determinar si lo podemos explotar comercialmente son cada vez ciertos, a pesar de que el tiempo dedicado a su búsqueda ha sido largo: inició en 1872, cuando el geólogo William Gabb descubrió a tientas la existencia del crudo en Azua.
En esa búsqueda hemos dado pasos importantes y no hay razones para desistir del esfuerzo, sino que por el contrario, las hay para que redoblemos los ánimos para terminar la tarea, avanzando de manera indubitable, pues los caminos que conducen a su encuentro están ahora más despejados.
En el pasado los pozos que perforábamos eran localizados por la presencia de hidrocarburos en la superficie, lo cual le restaba precisión al trabajo, pero el país ha recibido dos anuncios que revelan un cambio que atraerá inversiones para apoyar el trabajo.
El primero fue hecho en mayo de 2016 por el entonces ministro de Energía y Minas, Antonio Isa Conde, quien reveló que investigaciones preliminares, basadas en informaciones sísmicas o radiografía del subsuelo, no en la observación de la superficie, habían determinado que las regiones como más potencial son Enriquillo (Barahona, Pedernales, Independencia y Bahoruco), Azua, San Juan y Santiago, especialmente Licey. Isa Conde sumaba a esas provincias las zonas de mar en Montecristi, San Pedro de Macorís y Bahía de Ocoa.
Quien para entonces se desempeñaba como viceministro de Hidrocarburos del Ministerio de Energía y Minas, Alberto Reyes, explicaba que los datos en que se apoyaba el anuncio (levantados por la empresa Schlumberger Limited) habían sido puestos a disposición de inversionistas, empresas, investigadores y público en general a través de la Base Nacional de Datos de Hidrocarburos (BNDH), cuya creación costó US$18 millones, con dos años y medio de trabajo, y había sido valorada para entonces en más de US$100 millones.
El segundo paso, revelador de un cambio de roles institucionales, se acaba de producir con la presentación en este mismo mes de agosto del tercer informe ejecutivo “Estimación volumétrica de petróleo en las cuencas de Azua, San Juan, Cibao y Enriquillo”, realizado por la Refinería Dominicana de Petróleo (Refidomsa), en colaboración con la Universidad Pedro Henríquez Ureña (UNPHU).
Ese informe estima una existencia probable de 543 millones de barriles de petróleos en cuatro cuencas del país, de los cuales alrededor de un 15 por ciento, equivalente a 74.3 millones se pueden extraer o recuperar.
Las zonas donde se encontraría ese tesoro son, en términos generales, las mismas que presentaron potencial en la investigación anunciada por Isa Conde (Cuenca de Azua, Cibao Occidental, Cibao Oriental y Cuenca de Enriquillo), lo que revela que aunque los anuncios provienen de instituciones diferentes, forman parte de la continuidad de un proceso.
En este proceso hemos llegado a un punto en el que el país ha quedado colocado en mejores condiciones para atraer inversiones para la exploración y futura explotación del aceite negro que se encuentra en el vientre de nuestro subsuelo, pues las nuevas informaciones no están basadas en la mera apreciación, sino en la precisión científica, que convence por su certeza.