Los siete pecados y siete virtudes de los dominicanos. Mi amigo Henki Kelner, un santiaguero, posiblemente el más completo conocedor del cultivo y la fabricación del tabaco del mundo, suele advertir que de “lo más pernicioso que existe, es un tonto con iniciativa”.
En 1961, viviendo en Nueva York, nuestro vecino, míster Henry solía decirme que los dominicanos osaban hablar de cualquier tema sin saber lo suficiente del mismo. Hace poco alguien hizo circular un vídeo en el cual se preguntaba a los entrevistados si conocían el árbol genealógico; habiendo varios que aseguran hasta haber comido sus frutos.
Lo cierto parece ser que nuestro hibridismo racial y cultural tiene una producción muy diversificada, pero hay rasgos comunes entre nosotros que sería saludable investigar a mayor profundidad.
La reciente novela de Emilia Pereyra, “El corazón de la revuelta”, contiene episodios brillantes y hermosamente desarrollados, donde recrea una serie de posibles circunstancias y escenarios que pueden ayudarnos a entender cómo nuestra personalidad nacional hereda tanto de las tantas formas de esclavitud, de revueltas y relaciones entre patrón y esclavo (y esclava), que muy probablemente explican muchos de nuestra forma de ser: Por ejemplo, sentimientos de inferioridad convertidos en resabios de bravuconería y expresividad sin límites.
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Gracias a Dios heredamos también un apego a valores cristianos que ni la maldad de colonizadores e invasores de diferentes procedencias, ni religiosidades africanas o europeas, como tampoco las influencias de la modernidad y el consumismo; han podido destruir esa basamenta moral y espiritual de nuestras gentes. Y que es lo que explica que todavía haya determinados niveles de orden y patria a pesar de los malos políticos y los malos gobernantes.
Los dominicanos somos en gran medida un mulataje racista, machista que se mezcla con analfabetismo y espíritu creativo y libertario. Somos orgullosos de lo que no hemos hecho, como la belleza de nuestro paisaje y la fertilidad de nuestros suelos. Pero demasiado poco orgullosos de lo que nosotros, con nuestros esfuerzos agregamos en cuanto a calidad de vida de nuestras comunidades.
Solemos malinterpretar a Benito Juárez: “Cada cual tiene derecho a hacer lo que le dé la gana con lo suyo”; lo que incluye hacer ruidos infernales y tirar basura en la vecindad, en las calles y los espacios públicos.
Una de las mayores y más reciente amenazas lo es la proliferación y eficientización de los medios de comunicación. Salvo las excepciones de siempre, la abundancia de comunicadores sin formación moral ni educativa solo es equiparable a la abundancia de políticos y profesionales sin escrúpulos.
No creo que exista individuo, grupo, organización o metodología de gobernanza ni organización de un país con estas características.
Agradezco profundamente, a la vez que me conduelo, a quienes de vez en cuando parecen intentar de buena fe organizar y encaminar nuestro país.
Y, aunque muy pocas veces se menciona: Solo debido a la existencia de una mayoría silente de nosotros, que conoce la voluntad y siente santo temor de Dios; que ama su suelo y venera nuestra herencia patriótica; en medio de una permanente vorágine…persistimos (¿?).