Los «tiempos recios» que en el país vive el sistema Judicial. De ningún momento anterior en la historia dominicana se recuerda que existiera un congestionamiento como el de ahora de expedientes por supuestos hechos de corrupción escandalosa. En la gama de casos en curso hay de todo, como en botica. Desde presuntas sobrevaluaciones para timar en grande varias ramas del Estado, lavados misceláneos y conspiraciones para defraudaciones sistemáticas; hasta fraudes de lotería.
Han surgido alegatos de dilación negadora de derechos aunque nadie debería cerrarse obstinadamente a comprender que ante graves indicios de infracciones cabe la excusa legal de exceso de un trabajo que exige minuciosidad al proceder habiéndose creado una urgencia de crecimiento estructural y burocrático del Ministerio Público, de salas para lo contencioso y recintos para reclusión.
Demasiada gente presa sin antecedentes y en presunción de inocencia, llevada a la posibilidad de mezclarse con criminales consumados.
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De un lado procede que los encarcelamientos preventivos -que no deben conllevar riesgos para los internos- sean la excepción como manda el derecho. De otro, está el que a los formuladores de cargos les asiste facultad para mantener encierros que eviten fugas o prevengan que la libre circulación cree peligro para la integridad de documentos y de otros elementos considerados probatorios o se ejerza presión sobre testigos. En algún momento se prometió que no faltarían recursos materiales ni humanos para hacer las cosas correctamente.