La coincidencia en un punto de las coordenadas lugar, tiempo y persona definen la realidad individual y colectiva. Un gran amigo, colega y hermano solía repetir: “Nada es real hasta que es local”. Las vivencias que experimenta el ser definen su realidad. En un mundo tan fragmentado y a la vez tan homogeneizado en el consumo mediático, es factible predecir con un alto grado de certeza el tipo de reacción, su magnitud y duración individual. Dependiendo de los insumos se generará un producto de tal o cual naturaleza. Podemos dividir la población humana informada colocando en un lado a la usuaria de la radio, televisión, periódicos y revistas impresas, mientras que ponemos en el otro extremo a la que utiliza mayormente los teléfonos inteligentes, las tabletas y en menor proporción las computadoras portátiles.
Una rutina del pasado era levantarse de mañanita para escuchar la radio, ver la televisión y leer los diarios mientras se saboreaba una rica taza de café. Así se informaba la gente hace más de una generación.
Niños, adolescentes y adultos jóvenes de hoy interactúan en las redes sociales aportando y recibiendo datos, imágenes y audios de manera continua y sin horario alguno. Parecen zombis con su mirada fija en la pantalla del celular, en tanto que graban voz, teclean mensajes cortos, o realizan videoconferencias, desde cualquier lugar. WhatsApp, Instagram, Twitter y Facebook entre otros mantienen cautiva la mirada y atención de millones de individuos pertenecientes a este milenio.
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Padres, madres y educadores compiten con las redes sociales tratando de ganar la atención de hijos y estudiantes. Parecido a lo acontecido a generaciones pretéritas, pero a mucha mayor velocidad, notamos cómo cambia la vida en sentido general, sin que ahora nos dé tiempo a un suspiro, ni a una reflexión. Llama poderosamente la atención el contagioso embelesamiento de niños, adolescentes y adultos jóvenes ensimismados, que miran fijamente a la pantalla de la tableta o celular, mientras que con el dedo en el teclado de la pantalla se entretienen con una infinidad de vídeo juegos y la aplicación de Tik Tok. No se asombre usted si oye uno que otro psicólogo hablando de la hipnosis del teléfono inteligente, o de la adicción a las redes.
Al igual que las lluvias para el campesino agricultor las cuales en cantidad prudente y oportuna ayudan al desarrollo de la cosecha, el uso apropiado de las redes permite una mejor comunicación entre las personas, sin embargo, su exceso en frecuencia y cantidad termina afectando la salud mental de los usuarios que es lo viene sucediendo en estas dos últimas décadas. Hoy se habla del cretinismo digital para señalar a la persona que anda por la calle con sus ojos fijos en la pantalla del celular, caminando y hablando, riendo y gesticulando en estado casi demencial.
Sigue siendo una verdad de Perogrullo eso de que lo bueno siempre tiene algo de malo y viceversa. Usemos el teléfono inteligente y las redes sin abusar de los mismos. Recordemos que el mucho ponche emborracha.