Luis Moya Blanco (Madrid, 1904-1990) es sin dudas el último arquitecto clásico a nivel internacional. Su nombre, junto al de Joaquín Vaquero (1900-1998) está ligado a la Ciudad de Santo Domingo por su brillante participación al Concurso del Faro a Colón en 1928 obteniendo el prestigioso Tercer Premio entre 455 proyectos presentados de 48 naciones
Por: George Latour Heinsen
En sus primeros proyectos son visibles sus ideas de arquitectura que defenderá con pasión. Es significativo el proyecto para el Concurso del Faro a la Memoria de Cristóbal Colón: el proyecto consiste en una torre monumental concepida como una especie de exagerado expresionismo americano cargada de una gran dosis de surrealismo, que se presenta como una inmensa escultura simbólica. Este importante proyecto anuncia una idea del proyecto de arquitectura que se aleja de los «patrones» convencionales vigentes en aquellos años. En el 1937 el proyecto llamado «Sueño arquitectónico para un monumento nacional» continúa la tendencia ya vista en la propuesta para el Faro a Colón: una gran pirámide al centro de una «ágora» clásica, concebida como templo funerario donde abundan las figuraciones iluminísticas y los elementos surrealistas.
Luis Moya defiende y practica una arquitectura en sintonía con la tradición española, convirtiéndose en un enemigo de la modernidad. El interés por la persona y la obra de Luis Moya no es solo por el hecho de ofrecer un ejemplo español capaz de completar el cuadro europeo del estilo clásico, opuesto a la modernidad, sino en cuanto a la interesante posición personal de pensador y arquitecto. Como profesional, profesor, escritor y crítico, Moya defiende con pasión la continuación de una tradición clásica nacional, interpretación que quedará como una aventura personal, con ejemplos construidos, pero sin seguidores, ni mucho menos la formación de un movimiento o tendencia. El aspecto más interesante de su aventura, gira alrededor de 2 cuestiones fundamentales. La primera es su interpretación de la tradición clásica, que no tiene nada que ver con el academismo Beaux-Art, al contrario, Moya dirige su arquitectura hacia lo que llama la recuperación de la tradición antigua y mediterránea, más correctamente hispánica.
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La segunda es la posibilidad que tiene para meter en práctica sus teorías con la realización de importantes proyectos como por ejemplo el enorme complejo de la Universidad Laboral de Gijón de 1955. Con relación a la primera cuestión, Moya aspira a definir una tradición que considera hereda directa de la antigüedad griega y romana, herencia introducida en España a través de la arquitectura islámica, tradición según Moya libre de influencias renacentistas, manierísticas y palladianas. Critica también el «Estilo Internacional» que acusa de poseer una frivoleza estética de carácter neo-romántico.
La verdadera tradición clásica para Luis Moya es la continuación y conservación de algunas relaciones fundamentales entre la forma y la construcción, la conservación de modelos tradicionales, por ejemplo, la importancia de construir edificios alrededor de una plaza o patio o de un sistema de plazas. Este esquema Moya lo define como un instrumento universal para el proyecto arquitectónico en la cultura mediterránea. Para Moya es fundamental la composición a través de elementos arquitectónicos concretos evitando los mecanismos repetitivos, axiales y simétricos de la tradición académica. Son necesarios, la conservación del «caracter» de la arquitectura de frente al uso y sobre todo la afirmación de la tradición clásica como instrumento figurativo, muchas veces puramente simbólico. Para el Maestro esta es la verdadera racionalidad.
La segunda cuestión, o sea construir importantes obras siguiendo sus propias ideas, podemos recordar algunos edificios significativos: la Iglesia de San Augustín a Madrid, la ya citada Universidad Laboral de Gijón y aquella de Zamora. La Iglesia de San Augustín (1945) es concepida como un templo inspirado a la arquitectura romana del último período, aquella mesclada con las corrientes barrocas (la idea de superar a través de la forma elíptica la arternativa entre planta central y basilicar que genera una cúpula de arcos cruzados y bóvedas planas en ladrillos de inspiración hispano-islámica.
La Universidad Laboral de Gijón viene proyectada como una «ciudad ideal» que se desarrolla alrededor de una gran plaza. Este proyecto es hoy considerado como unos de los complejos arquitectónicos clásicos más interesantes de la arquitectura occidental.
La Universidad Laboral de Zamora, de dimensiones menores, refleja todavía más las teorías de la arquitectura que sostenía su autor. Las características del proyecto son: edificios construidos alrededor de 2 patios; la negación de la simetría y de los elementos repetitivos. El complejo es concebido como una serie de edificios independientes del punto de vista funcional y arquitectónico. Es una excelente tentativa de unir los mecanismos proyectuales de la tradición española; los criterios derivados del iluminismo; las diversas escalas y los particulares construtivos (muchas veces modernos). Esta combinación crea un complejo que responde analíticamente de manera precisa a una idea de perfección «vitruviana» que se concretiza en la armonía de las funciones, de la construción y de la belleza.
Moya continuará a probar y perfeccionar su ideal de arquitectura, ideal que se transformará en un sueño solitario sin ninguna posibilidad de modificar las ideas de las arquitecturas que dominaban en aquellos años.