A pesar del tufillo autoritario y la egolatría, los funcionarios del entorno presidencial hacen y deshacen sin riesgos para la permanencia. Al contrario, desliz tras desliz se fortalece el anillo y arremete con la fiereza de aquel tiempo cuando el equipo logró la entronización.
Cada vez que la incoherencia, la trasgresión e ilegalidad asoman, vuelve el argumento exitoso de atribuir los males al pasado tenebroso. Recomendación de estrategas que eligieron el enemigo a vencer y a instrumentalizar y no lo sueltan. Los ministros repiten, cuando quieren justificar acciones, restricciones, errores subsanables: ya no es como en el pasado. Quizás convenga mencionar años para evitar confusiones, porque la gestión 2020-2024 es también pasado.
Ayuda la remembranza, pero los errores del presente son originales. Los asesores jurídicos afines tienen que hacer cabriolas conceptuales para encubrir violaciones a la Constitución y a las leyes. Intervienen cuando la terquedad es tal que arriesgarían el prestigio si no lo hicieran. En sus prédicas excluyen al jefe de gobierno. La propensión a la adulonería, ese culto al “jefe” inserto en el ADN criollo permite, por ejemplo, omitir la responsabilidad del presidente en el traspiés de la reforma fiscal o en el atrabiliario caso de la Alcaldía de La Vega. Olvidan en sus peroratas que el origen del problema está en el decreto que designó ministro al alcalde. La práctica de aprovechar la popularidad para retener curules y alcaldías y después premiar con designaciones no era discutida, en el caso citado un imprevisto alteró el decurso de la conveniencia pactada.
El 16 de agosto comenzó el segundo periodo, extensión de la patria nueva. Con sus propuestas en el telepromter, el presidente inicio su andadura. El balance, después del espectáculo en el TN, con reformas fallidas, impunidad, órdenes que ameritaron explicaciones diferentes, incluyendo las del mandatario, revelaciones desafiantes de la canciller Dupuy, ministros y alcaldes burlándose de las disposiciones del Consejo de Seguridad y Defensa Nacional para la repatriación de haitianos, son episodios que, en otra época, hubieran provocado reclamos como aquellos que sirvieron de acicate al Cambio. El gobierno debe agradecer la obsecuencia de los que provocaron aquella dirigida espontaneidad protestante.
Las contradicciones en el mando no son buenas, como las rondas de Agustín Lara. Tampoco los desistimientos cuando la multitud exige. Argüir respeto a las opiniones diferentes es tan irreal como demagógico.
La marca pureza, todavía firme, podría agotarse por uso extremo o abuso de la sustancia ética. El bálsamo hasta ahora ha sido la existencia de una oposición diezmada, sin resonancia suficiente. Es determinante, para la tranquilidad, la contentura de las organizaciones cívicas, rendidas a los pies del Cambio y de “El Reformador”. Incesante el trabajo de sus representantes, sin disimulo, buscan y consiguen favores. Las concesiones tienen forma de decretos, de contratos, de asesorías vicarias. Cuotas importantes para avalar ficciones institucionales, creíbles solo en los textos. Es el precio del silencio, de las justificaciones, sirve para colocar la sordina cuando amenaza la bulla. Entre tantos gazapos, arrepentimientos, añagazas, los encantos pueden sucumbir. Es necesario mantenerlos y lo saben, aunque el costo aumente.