El 27 de marzo de 1980 fue instituido por el presidente Antonio Guzmán como Día del Teatro Dominicano, en reconocimiento al arte escénico y a sus protagonistas, actores, actrices y dramaturgos que han dedicado sus vidas a la representación teatral.
SINOPSIS CRONOLOGICA DEL TEATRO DOMINICANO
Desde los inicios de nuestra historia, encontramos manifestaciones artísticas escenificadas, como fueron los areitos de nuestros aborígenes. Pero es en el año 1588, un 23 de junio, para las festividades de Corpus Christi, cuando los estudiantes del Colegio Universidad de Gorjón presentan en la catedral de Santo Domingo, el entremés de Cristóbal De Llerena De Rueda, constituyéndose esta obra en la primera manifestación teatral desde la perspectiva griega. Sin embargo, el teatro que llega con los colonizadores recoge “El latido débil del arte moribundo de nuestros primeros pobladores”.
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Pedro Henríquez Ureña nos dice al respecto: “No parecía necesario traer a la memoria el incipiente arte dramático de los indios, ni su profuso y variadísimo arte coreográfico, sus areitos, sus mitotes, sus taquis, porque el teatro nuestro vino de Europa; pero la extraña verdad es que la planta europea al llegar al Nuevo Mundo se injertó en la planta indígena”.
Los colonizadores advirtieron la importancia de la lengua de los nativos y crean un teatro que les sirviera como medio de comunicación entre las dos culturas. El entremés de Cristóbal de Llerena, presentado en la catedral primada el 23 de junio de 1588, se sitúa en la defensa de los aborígenes, al censurar acerbamente la violencia de las autoridades de la colonia, lo que provocó la ira de los oidores y el extrañamiento de la isla del propio Llerena. Sobre el contenido del entremés, Max Henríquez Ureña señala: “Ese entremés suyo breve, envuelve una sátira contra la administración pública”.
Muchos años después durante los siglos XVII XVIII, la actividad teatral en la colonia no fue significativa. Aparece un teatro religioso apegado a lo litúrgico y un teatro profano basado en costumbres con cantos, bailes y mascaradas; estas manifestaciones tenían pocos rasgos dramáticos. Dice Max Henríquez Ureña: “En el siglo XVII el teatro encontraba acogida en las residencias particulares, distracción favorita, aunque no consta que para la época hubiera un edificio destinado a las representaciones”.
En la primera mitad del siglo XIX aparece el llamado “Teatro de los Trinitarios”, eminentemente político, destinado a despertar conciencias. En 1840 se funda la sociedad “La Dramática” en la que los Trinitarios hacían de actores, Duarte como apuntador. Las obras presentadas fueron: “Bruto o Roma Libre”, de Vittorio Alfieri, en la que destaca el amor por la Patria. “La Viuda de Padilla”, de Martínez De la Rosa, y “Un día del año 1823 en Cádiz”, de Eugenio de Ochoa. Estas obras fueron escogidas por los Trinitarios porque en sus argumentos describen escenas similares al drama que vivía el pueblo dominicano, bajo la dominación haitiana. En la obra “Roma Libre” aparece por primera vez el nombre de una actriz, Cecilia Baranis. El primer escenario para las representaciones fue la casa de uno de los Trinitarios, Juan Isidro Pérez, ubicada en la calle Del Arquillo, hoy Arzobispo Nouel 255. Otro escenario fue la cárcel vieja, en la calle Las Damas.
Proclamada la Independencia, aparecen los primeros textos para teatro: “El General Duvergé o las Víctimas del 11 de abril”, de Félix María Del Monte, cronológicamente la primera obra dominicana. Javier Angulo Guridi escribió “Cachorros y Manigüeros”, juguete cómico alusivo a la guerra de la Restauración; “Los Apuros de un destierro” y El drama en versos, “La Campaña del Higo”, estrenado en 1868.
Francisco Gregorio Billini presentó en 1882 su drama de carácter romántico “Flor del Ozama”, llevado a escena por una compañía de aficionados. En 1894 Rafael Alfredo Deligne estrena su drama en versos “La Justicia y el Azar”; con esta obra se inicia la crítica teatral en el país, por parte de Rafael Abreu Licairac. En 1901 Deligne presenta “Vidas Tristes”. Con la obra “La Enemiga” de Tulio Manuel Cestero, el teatro dominicano inicia el camino del modernismo. En 1907 aparece el monólogo “Sonámbulo” con el que Apolinar Perdomo traslada su intimismo a la escena.
En los primeros años del siglo XX, las obras presentan rasgos de denuncia social como en “Lesbia” de Vetilio Arredondo. Pedro Henríquez Ureña muestra dominio de la técnica teatral con su obra “El Nacimiento de Dionisio”. El costumbrismo y el indigenismo aparecen en el teatro dominicano de este período. La obra más representativa es “Alma Criolla” de Rafael Damirón, en la que se contraponen la vida del campo y la ciudad. Más adelante aparece “La Criolla” de Mélida Delgado Pantaleón, en la que las alteraciones fonéticas en la forma de hablar de nuestros campesinos, acercan la obra al folklore. De este período es la obra “El Consejo de Gobierno” de Adalberto Chapuseaux, comedia política.
En las primeras décadas del siglo visitan al país compañías de teatro, de zarzuelas, de bufos y óperas, que inciden en el gusto de los dominicanos además del teatro en la lírica. En 1915 aparece el grupo de teatro de José Narciso Solá, que escenifica sus propias obras.
En los primeros años de la era de Trujillo, la actividad teatral se ve disminuida. En 1944 Delia Weber publica, “Los Viajeros”; en 1945 Manuel de Jesús Javier García “Cosas del Llano”. Pedro Contín Aybar en 1947, “Raiz”.
En 1946 se creó el Teatro Escuela de Arte Nacional -TEAN-, compañía y escuela oficial. Su primer director fue Emilio Aparicio -emigrante español-. Formaron parte de esta compañía, Antonia Blanco Montes -esposa don Emilio-, Carmen Rull, Rafael Gil, Marino Hoepelman, Rafael Molina, Zulema Atala, Carmen Gutiérrez, Silvia De Grasse, Ana Gómez, Juan Llibre, Oscar Iglesias, Francisco Grullón Cordero y Máximo Avilés Blonda.
La primera obra presentada por la compañía fue “Prohibido suicidarse en primavera”, de Alejandro Casona, el día 9 de octubre de 1946, en el Teatro Olimpia. Este teatro-escuela fue determinante para el desarrollo de nuestro teatro, saliendo de él grandes figuras que dejaron su impronta en la escena dominicana. En 1948 presentan “El Caballero Varona”, de Jacinto Grand y “El Hombre que yo maté”, de Maurice Rostand. Pedro René Contín Aybar, en 1951, dirigió “Rosas de otoño”, de Jacinto Benavente.
Durante 195l-52, dirigió la compañía otro español, Modesto Higueras Cátedra, quien había formado parte de “La Barraca”, de Federico García Lorca. El 18 de diciembre de 1952, presentó la obra “La Barca sin pescador”, de Alejandro Casona, en el auditorio de la Escuela Normal de Señoritas Salomé Ureña. En 1951, Pedro René Contín Aybar dirige “Rosas de otoño”, de Jacinto Benavente.
En 1952, se fundó el “Cuadro experimental de comedias, María Martínez”, bajo la dirección de Rafael Montás Coén. De este grupo surge el “Club de actores”, dirigido por Santiago Lamela Geler. Uno de los aportes del Cuadro experimental fue la celebración en 1952 de la “Primera convención pro formación de cuadros experimentales de Teatro”.