Con 903 nuevas transmisiones ayer de variantes del virus SARS-CoV-2 y ascensos moderados de hospitalizaciones y casos graves, la vigilancia epidemiológica se abstiene todavía de hacer saltar las alarmas aunque aumenta una preocupación: la brecha entre el avance de la enfermedad y el estancamiento de las inmunizaciones en un 56% de la población que debe completar la administración de dosis.
No existe la movilización ciudadana hacia los puestos de vacunación disparada en el anterior pico de la pandemia, un desinterés inexplicable pues algunos síntomas de gripe común, parecidos a los del covid, mantienen activas las consultas neumológicas y las analíticas para salir de dudas.
Los riesgos de las infecciones permanecen en un mismo curso sobre el país aunque la letalidad sea menor porque la aceptación de medidas preventivas por un sector de la población ejerce protección contra las manifestaciones extremas de las afecciones.
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Ninguna colectividad evita rebrotes si la proporción de adultos que ha adquirido inmunidad se sitúa por debajo de las dos terceras partes de los habitantes y mucho menos si escapa a las aplicaciones un alto número de personas de condición muy vulnerable.
No acogerse a la vacunación es negarse al fraternal objetivo de conducir a la nación a la inmunidad de rebaño que garantizaría estabilidad en los controles sanitarios para la buena marcha del país que estuvo muy golpeado.