Cada vez es más creciente la percepción entre expertos de que para enfrentar la inflación actual se requieren de medidas fiscales, no sólo monetarias como el alza de las tasas de interés, ya que entre los factores que inciden tienen una gran ponderación los costos energéticos y los problemas de oferta.
Esto parece explicar por qué todavía en su reunión de ayer el Banco Central Europeo no decidiera aumentar sus tasas de interés, a pesar de que esta vez dejó abierta la posibilidad de incrementarlas si persiste la tendencia alcista en los precios.
Y es que, como señalan los analistas de ING en una nota tras el comunicado del BCE, “no hay nada que el BCE pueda hacer para bajar la inflación inmediatamente. De hecho, no hay nada que el BCE pueda hacer para bajar los precios de la energía.
Sólo los gobiernos podrían actuar, por ejemplo, bajando los impuestos y proporcionando apoyo financiero para compensar las elevadas facturas energéticas de los hogares.
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Quizá este sea también otro de los enigmas de la pandemia: los gobiernos son necesarios para bajar la inflación energética, mientras que los bancos centrales (y los bajos tipos de interés) son necesarios para apoyar el estímulo fiscal».
La presidenta del BCE, Christine Lagarde, ha admitido que el auge de los precios en la energía ha comenzado a trasladarse a otros bienes y también a los servicios.
Por ejemplo, la comida está siendo una de las víctimas por el fuerte auge del precio de los fertilizantes y del transporte.
Lagarde ha marcado distancias también con la Fed de EEUU y el Banco de Inglaterra, que ha subido los tipos de interés en dos ocasiones en un mes y medio. La presidenta del BCE ha explicado que «las fuerzas del mercado laboral son diferentes.
Allí los salarios están subiendo y las empresas tienen una aguda escasez de personal.
Reconocido abiertamente que la inflación ha subido con más fuerza de lo previsto y que se va a mantener alta más tiempo.