Mañana se cumple el 206 aniversario del nacimiento de un ser humano especial cuyo arrojo permitió que los dominicanos pudieran celebrar el nacimiento de su patria. Hoy debemos apoyarnos en sus acciones para revalidar los valores que han hecho grandes e invictos a los dominicanos como seres humanos amenazados por una raza muy ajena a la conciencia cívica de los nacidos en la parte oriental de la isla.
Matías Ramón Mella y Castillo nació un 25 de febrero de 1816 en un hogar típico de lo que era, y hoy es la Ciudad Colonial. A una temprana edad, se dedicó al negocio del corte de la madera, pero al mismo tiempo se instruía y ya con 22 años se incorporaba a las manifestaciones insurreccionales del grupo de dominicanos para buscar la separación de los haitianos. Prestó valiosos servicios de ir como delegado a Haití para pactar con los desafectos de Boyer encabezados por Charles Herard que luego se convirtieron en enemigos.
La noche del 27 febrero de 1844 encontró a un reducido grupo de los que serían dominicanos, temerosos e indecisos en la Puerta de la Misericordia, pero el carácter impulsivo de Mella los comprometió para la historia al disparar su célebre trabucazo que retumbó a esa hora de la noche en la pequeña ciudad de entonces. Los conjurados se recompusieron y de repente ya se había formado una Junta Central Gubernativa donde Mella y Sánchez tuvieron una especial notoriedad. En los primeros días de marzo, Mella fue designado para marchar al Cibao, la principal y más rica y poblada región del país, para informar de las primeras disposiciones del nuevo poder imperante y organizarse para hacerle frente a los haitianos que se preparaban para invadir a su colonia insurrecta.
Leer más: ¿Cómo era la vida del dominicano bajo el dominio haitiano?
En el Cibao, Mella dio muestras de sus dotes organizativas y estableció su comando ayudado por un veterano de las luchas napoleónicas, José María Imbert que tuvo una participación muy efectiva cuando se produjo el enfrentamiento el 30 de marzo en Santiago.
A los pocos días Mella quiso proclamar en el Cibao a Duarte como presidente pero fue un fracaso y le costó su expulsión del país para regresar en 1848 por una amnistía decretada por el presidente de entonces Manuel Jiménez. Mella se reconcilió con Santana y en 1849 participó en la batalla de Las Carreras.
Mella en el Cibao proclamó a Duarte como presidente en su vano intento de que los trinitarios fueran un valladar frente a la creencia de otros patriotas dominicanos que se debía buscar un protectorado para hacerle frente al poderoso ejército haitiano. Al regresar al país en 1848 se convirtió en un eficiente funcionario que lo llevó a organizar el ejército y lo preparó con planes de guerrilla, los primeros en el continente, años antes que Máximo Gómez hiciera lo mismo en Cuba en la década del 90 del siglo XIX.
Para la Restauración Mella era vicepresidente del gobierno restaurador con asiento en Santiago. Estaba en Guayubín padeciendo de una severa disentería cuando Duarte llegó en Marzo de 1864 y permaneció a su lado hasta que llegaron a Santiago y Mella falleció el 4 de junio de 1864. Duarte fue conminado a marcharse del país para procurar recursos para la causa restauradora ya que logró dilatar la expulsión hasta que Mella falleciera.