Uno de los aspectos más preocupantes de la delincuencia que nos azota es la edad de los que cometen los delitos, que cada vez con más frecuencia involucran a menores de edad, precocidad que está enviando una señal de alarma a la que la sociedad dominicana no le está prestando la debida atención, probablemente porque no acaba de darse cuenta de que es el síntoma de una enfermedad que si se deja avanzar sin buscarle remedio oportuno comprometerá nuestro futuro y el de nuestros hijos.
Por eso hay que hacer algo, y pronto, para evitar que siga ocurriendo lo que pasó hace unos días en el barrio Santa Lucía del sector Cienfuegos, en el municipio de Santiago Oeste, donde una banda integrada por adolescentes despojó a un niño de tres años del celular de su madre. “Cuando yo le reclamé al delincuente que él despojó a mi niño de tres años del teléfono, respondió dándome una pedrada en la espalda”. La madre del niño contó a reporteros de El Caribe que de inmediato acudió al cuartel de la Policía Nacional a poner la querella, de ahí tuvo que trasladarse al Palacio de Justicia y luego al Tribunal de Niños, Niñas y Adolescentes.
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Pero después de dar tantas vueltas una representante del Ministerio Público lo que hizo fue entregarle el citatorio del menor del que fue víctima para que se lo entregue, como se hacía antes con las mujeres que denunciaban maltratos de sus parejas o exparejas y a las que se les daba una orden de alejamiento para que fueran ellas las que notificaran a sus verdugos, con lo que muchas veces precipitaron su trágico final ¿En qué estaría pensando esa fiscal?
Es esa otra muestra de que el sistema no está preparado para dar respuesta adecuada al problema de los menores que infringen la ley. Y lo peor que puede suceder en ese escenario es que terminemos considerando como algo “normal” que la delincuencia que nos ha robado el sueño y la tranquilidad, también le está arrebatando la inocencia a los niños de nuestros barrios.