Qué importancia puede tener que la bella Nicole Marie tenga un celular? Hoy en día todos tenemos uno: mi jardinero tiene, el limpiabotas de los sábados también, al igual que millones de nosotros. En verdad es por la edad de la nieta lo que me hace “conversar” y reflexionar con los amables lectores. Fui testigo de más de una conversación entre la preciosa “Col” y Carolina su madre acerca de la –necesidad- de ella tener un celular, Nicole en estas conversaciones enfatizaba que “casi todos mis amiguitos tienen”. La madre argumentó por meses que no era correcto, que eso la podía distraer de sus obligaciones escolares, que le interrumpiría la lectura, que disminuiría el interactuar con los demás, que le fomentaría el sedentarismo, etc., todas las explicaciones para que ella entendiera que debía esperar a estar un poco mayor. Recuerdo haber oído que debía ser un “smartphone” (ella me enseñó cómo usar el mío). Mi nieta de 10 años, otra “abogada” en potencia, logró por perseverancia que la tecnología y la cultura se impusieran. Sabemos que desde mediados del siglo XX la humanidad comenzó a entrar en una nueva fase relacionada con el lenguaje, la tecnología y el conocimiento, moldeada por el consumismo e inmersa en signos donde los productos culturales como programas de televisión, música e Internet, hoy son tan importantes como la comida.
Medité sobre la modernidad tecnológica y el cerebro, el estudio del impacto de las nuevas tecnologías especialmente en niños y adolescentes, esto último constituye un desafío que las neurociencias están abordando. Como padres, es necesario detenernos a pensar qué puede suceder cuando el uso de la tecnología se vuelve excesivo. Qué le sucederá a las habilidades sociales como la empatía, la compasión, la solidaridad, la inteligencia emocional en nuestros hijos y nietos, cuando la mayor parte de las interacciones hoy se hacen de manera virtual. En verdad estamos inmersos en una –intolerancia a la soledad- , por eso el desarrollo hiperbólico de las redes sociales.
A diferencia de las computadoras e Internet, los teléfonos celulares son considerados como tecnología “igualitaria” porque ha sido adoptada por ambos géneros en distintos ámbitos sin distinción de edad, clase social, educación u origen étnico. Como bien sabemos, las damas son más “conversadoras” que los caballeros: en las estadísticas mundiales en el 2015 la disposición del móvil en las niñas era de cinco puntos superior a la de los niños.
En España, el tramo de edad donde se ha observado un mayor crecimiento ha sido precisamente a partir de los 11 años. El gran salto de acceso al móvil como llaman ellos al celular es precisamente a partir de los 10 años. Se plantea que la integración de los menores a la tecnología, algo que es hoy día inevitable, debe hacerse lo antes posible, pero con el acompañamiento de los padres y que estos estén realmente implicados en su formación. Algo que solo se puede hacer a edades tempranas, pues bien sabemos que el adolescente es muy reacio a que penetren en su “intimidad”. Sabemos que hoy se “nace” con una tableta debajo del brazo.
El Internet cumple 26 años de uso, espacio de conectividad comunicativa que desde su surgimiento está revolucionando muchas maneras de hacer las cosas y que marca un hito en las relaciones hasta convertirse en el eje funcional de la globalización. Mientras las relaciones intergeneracionales sufren el shock cognitivo de la era digital, dando la impresión de que la cultura de nuestros abuelos desencaja en la cosmovisión actual de los adolescentes y jóvenes, donde una crisis de valores tradicionales también es global. Las redes sociales gozan de un éxito enorme y son utilizadas mayoritariamente por adolescentes, muchos de ellos menores de edad, que no son conscientes de las consecuencias negativas de divulgar información personal, con sus grandes riesgos. Algunas estadísticas estiman que el uso de las redes sociales creció un 500% en los últimos años.
Aunque existe una brecha generacional entre padres e hijos, se ha percibido también un impacto positivo y un cambio de actitud cuando ambos bandos se comunican por los mismos medios. Como en toda acción humana, lo malo son los excesos, pero aceptamos que el celular ha unido la familia.
Pero no caigamos en el “cerca y lejos” de la tecnología, evitando el uso excesivo del celular que resulta desatinado, alienador, descortés y fácilmente nos lleva a la dependencia y a la adicción.