La ciudad capital, el país entero, está conmocionado, estupefacto. Orlando Jorge Mera, ministro de Medio Ambiente, ha sido vilmente asesinado por un mal llamado “amigo de infancia”, hombre vil y sin entrañas. El horrendo crimen cometido contra su persona ha conmovido a la sociedad entera, no solo a su esposa, su familia, a sus verdaderos amigos, los que le conocimos y forjamos con él una amistad fraterna, de corazón abierto, como tantos otros que, no teniendo la dicha de conocerle, siguieron sus pasos valorando su vida austera, su recta conducta, su trayectoria hasta el final de sus días, para nunca jamás olvidarlo.

Orlando Jorge Mera, nacido el 22 de noviembre del 1963, de noble cuna, hijo de Salvador Jorge Blanco, brillante abogado, político, senador y Presidente de la República (1982-1986) y de su fina esposa, doña Asela Mera de Jorge, su eterna compañera. Mantuve una profunda vieja amistad y respeto con Salvador, manifestada en múltiples ocasiones y particularmente en la guerra de Abril y cuando, a instancia de Antonio Rosario, me persuade para que le acompañe como vicerrector de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Poco tiempo después siendo Presidente de la República me llama y me ofrece varios cargos: director general de Aduanas y Puertos, presidente del Tribunal Superior Administrativo y finalmente me designa secretario de Estado de Deportes, Educación Física y Recreación. Es entonces cuando se reanuda mi reencuentro con Orlando, a quien siempre traté como sobrino. Se hace abogado, trabaja con su padre y llega a desempeñar importantes cargos públicos como presidente de INDOTEL (Instituto Dominicano de Telecomunicaciones) donde conoce y hace amistad con mi hijo, funcionario de ese organismo y por sus labores dentro de su partido PRM culmina su nombramiento como ministro de Medio Ambiente, lo que nos acerca e identifica aún más, siendo la ACRD y su equipo ambiental un bastión importante que le sirvió de apoyo al feliz desempeño de su gestión política-administrativa en aras de la patria.

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Hace unos días, 1ro. de junio, le había escrito por washapp dándole cuenta de lo dicho por el amigo común preocupado por el estado de abandono del nicho donde reposan los restos de sus padres. No recibí respuesta, pero supe que Orlando se había encargado de buscarle una solución. Hoy me llamó el amigo. Estaremos juntos en su sepelio. Porque así era Orlando, un ser sencillo, cordial, integro, responsable. Respetado y querido. Mis sentidas condolencias a su esposa Patricia, a sus hijos, Orlando Salvador y Patricia Victoria, su hermana Dilia Leticia y demás familiares. En paz descanse su alma.