El mundo lleva largos meses cargado de incertidumbre, agobio, tristeza y dolor ante la real amenaza de la pandemia del coronavirus. Los datos estadísticos de nuevos casos registrados, así como del número de defunciones no son halagüeños.
La comunidad internacional aún no logra aunar esfuerzos para enfrentar monolíticamente al enemigo común que golpea inmisericordemente con efectividad malsana al Asia, al viejo continente europeo, a la América en grande y se extiende cual caballo desbocado por el África, la India y Oceanía.
Hay en el mar Caribe, un archipiélago, y dentro del mismo una media isla, hija legítima de Juan Pablo Duarte, habitada por más de diez millones de habitantes que se resisten a ser diezmadas por el covid-19.
Ya lo sentenció nuestro poeta nacional don Pedro Mir cuando solo éramos tres millones de almas:” Hay un país en el mundo/ colocado en el mismo trayecto del sol…/ Hay un país en el mundo/ donde un campesino breve, / seco y agrio/ muere y muerde descalzo/ su polvo derruido, / y la tierra no alcanza para su bronca muerte/…Si alguien quiere saber cuál es mi patria, /lo diré en una tarde americana/ … Y una risa inmensa recorra la montaña/ y empiece entonces a inundar las calles/ tanta gente escondida dentro de su casaca, / y las imprentas salgan a ver/ con el vientre lleno de libros y de portadas/ todos nuestros suburbios desde sus páginas/ y las madres alcen sus hijos hacia la luz de la aurora, / sin guerra y sin amenazas…Dominí, no estás tan solo, / no estás sólo, Dominí…”
Busquemos en nuestro pasado histórico y encontraremos mil razones para llenarnos de fe y de confianza en un mejor porvenir. Cierto que el presente es confuso y turbulento, pero la legendaria sabiduría popular se impondrá a la barbarie viral.
Y Mientras llega el milagro de la salvadora vacuna repasamos la experiencia acumulada por los pueblos antiguos en su lucha contra las plagas medievales y contemporáneas.
Las prudentes medidas básicas de higiene común, el distanciamiento social, el uso de la mascarilla y la cuarentena hogareña dentro de las posibilidades, ayudan a reducir la velocidad de propagación del agente infeccioso. Penosamente debo admitir que he sido testigo ocular de francas violaciones temerarias a las sabias recomendaciones sanitarias oficiales.
La realización de pruebas diagnósticas para la detección y aislamiento de las personas enfermas o portadoras resultan muy importantes en el combate contra el covid-19.; ¡realicémoslas!
La enfermedad no desaparecerá por arte de magia, tampoco por la simple voluntad. Aprendamos a convivir con ella.
La inmunoprofilaxis tomará meses en estar disponible para toda la población. Reducir la acelerada marcha local de este huracán biológico es tarea ética y moral de todos y de todas, gobernantes y gobernados.
¡Ay de aquellos miopes equivocados que deslumbrados por el espectro del arcoíris político empiecen a distinguir y a separar los colores que se derivan de la luz que emite el astro sol! Durante este período crítico sanitario debemos confluir al unísono, creyentes y no creyentes religiosos, civiles y militares, todas las etnias, sectores sociales, gente joven, adulta y envejecientes.
Como pueblo hemos dado muestra de valentía y de coraje para enfrentar adversidades. Estamos sumergidos en una contienda sanitaria global por lo que las acciones deben tener un ente coordinador que todos respetemos.
Mientras llega la vacuna seamos parte de la orquesta, pero sin desafinar.