El lujoso yate Flying Fox, propiedad de un magnate ruso de nombre impronunciable, se ha convertido en una atracción a la que acuden a admirar cada día cientos de personas, pero todavía se ignoran las razones por las cuales la embarcación, anclada en el puerto Don Diego de Sans Soucí, ha sido retenida en la República Dominicana luego de que fuera visitada por agentes de la Oficina de Investigaciones de Seguridad Nacional de Estados Unidos (HIS, por sus siglas en inglés).
Y no ha sido por falta de diligencias de la prensa y otros medios de comunicación, pues los funcionarios consultados no han querido, o no se han atrevido, soltar prenda.
El vocero de la Presidencia, Homero Figueroa, acaba de referirse al tema, pero se limitó a decir que el yate está bajo investigación, algo que ya sabíamos, y que habrá que esperar el informe que emita el Ministerio Público, que según el funcionario ya concluyó sus pesquisas. ¿A qué se está esperando entonces?
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Como ocurre siempre que falta información oficial oportuna y veraz, el silencio en torno a la situación del Flying Fox ha desatado las previsibles especulaciones y conjeturas.
Y aunque parezca una exageración, no son pocos los que piensan que retenerlo aquí por las malas, solo para complacer a las autoridades norteamericanas, puede crearnos problemas con los rusos y Vladimir Putin, quien ha demostrado, como decimos por aquí, que es un loco muy difícil de bañar.
Este gobierno se ganó temprano la fama de que comunica poco o muy tarde a excepción, como ya se ha ocupado de señalar mas de un analista, del presidente Luis Abinader, por lo que ya hay gente pensando que el inexplicado misterio alrededor de la situación del yate del magnate ruso es parte del mismo problema.
O de algo mucho peor, como sería tener que pedirle permiso a la embajada de Estados Unidos en el país, que según “fuentes militares” es la que tiene jurisdicción sobre el caso.