Apenas pasaba un mes del primer número de la revista fundada por Petronila Angélica Gómez Brea, en San Pedro de Macorís, cuando sucedía el ferviente regocijo de la Coronación de la Virgen de la Altagracia, una histórica peregrinación de la cual se conmemorará un siglo el próximo lunes 15 de agosto.
Y Fémina, en sus páginas ideadas con la genuina intención de crear conciencia en las mujeres sobre la urgente necesidad de convertirse en ciudadanas para cambiar su condición y trabajar desde la primera línea en la reconstrucción nacional con la vuelta de la soberanía, narra desde su mirada tanto la memorable coronación centenaria, como los encuentros que desde el discurso de las sufragistas ocurrían en paralelo a las vindicaciones políticas y civiles, durante 17 años de ediciones.
Así, en la colección de la publicación que es el ágora pionero del feminismo dominicano, confirma la genealogía de cultivadas devotas de sus impulsoras la portada de la segunda quincena de agosto de 1922, la cual está dedicada a la Virgen de la Altagracia, cuya elección se explica con estas palabras:
“Embellece nuestra humilde publicación ostentando su mística hermosura, como ánfora de perfumes sagrados, de amor y de pureza, la inmaculada imagen de Nuestra Señora de la Altagracia, coronada recientemente en la Ciudad Capital”.
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De lo místico, en el discurso de las pioneras la Virgen es colocada como la mediadora ante las múltiples agencias propias, colectivas y nacionales. En 1924, Consuelo Montalvo de Frías lo hace entender en el editorial “Deo Gracias”: “Y nosotras las hijas de esta tierra en nombre de los que no han osado jamás empañar la diafanidad de su horizonte, elevamos hasta el trono del Altísimo nuestro voto de gracias, a la Soberana Reina, que coronada en el Baluarte del Conde, la memorable fecha del 15 de Agosto de 1922, por el piadoso pueblo dominicano escuchó nuestros ruegos, y alcanzó para nosotros, del Eterno Padre, de su divino Hijo, la gracia que le pedimos en cambio de nuestro grande amor, ya que Dios la puso como medianera, entre su excelsitud y nuestra pequeñez”.
En la arqueología textual a Fémina, se encuentran más de 50 poemas como “A la Virgen” de Raquel M.T De Oiz, en 1924, en la cual la Virgen es amparo y refugio, ante las situaciones de opresión, perdidas, duelo:
No pensaré que tengo mala suerte…
Siendo la Madre de Jesús mi madre
No me importa la vida ni la muerte
La mesa editorial rescata en 1928 la plegaria de la entonces primera dama Trina de Moya de Vásquez, titulada “María”, ganadora del primer lugar del certamen Pro Coronación:
Virgen excelsa, madre inmaculada,
Ave mística y flor de la inocencia,
A cuya invocación sagrada
Derrama el cielo amor, paz y clemencia:
¡Préstale auxilio a tu grey amada!
Da a tu pueblo infeliz la independencia.
Pasan los años, y esta devoción, que ciertamente convirtieron en luz espiritual de su ciudadanía moral, se explica desde la perspectiva del affidamento, de la escuela de feminismo italiano, la cual da primacía al “orden simbólico de la madre”, de las mujeres que anteceden, abren caminos y median con sus acciones.
Pues, “de pronto advierto que el inicio buscado está ante mis ojos: es el saber amar a la madre”, teoriza la académica Luisa Muraro.