En mi condición de psiquiatra y psicoterapeuta, he acompañado al crecimiento personal y marital a muchas parejas en conflicto; deterioradas por los malos tratos, falta de admiración y respecto que conllevan a la disfunción marital o al divorcio.
Ahora, las crisis no solo se construyen en parejas de reciente inicio, sino también en parejas de varias décadas de casados. ¿Qué alimenta la vida de una pareja?, ¿Qué la hace funcional, nutriente y oxigenante? o ¿Cómo vivimos una relación basada en las diferencias, pero aprendiendo a consensuar y superar a través de la comunicación?, si partimos de aquella cruda verdad; “Nadie tiene la pareja perfecta, ni ideal”.
Pero, se debe aspirar a una dinámica de pareja sana, funcional, en crecimiento de autocuidado, de buenos tratos y de merecimiento equitativo. Por supuesto, se consigue gracias a las revisiones de actitudes, a las motivaciones por crecer y buscar la ayuda para ser mejores personas, padres y parejas.
Los modelos de dinámica que he reflexionado con algunas parejas son: “Más padres y menos parejas”, “Más parejas y menos padres”, “Menos parejas y menos padres” o “Más padres y más parejas”. El modelo más funcional es que se vive con las tres E: equidad, equilibrio y eficacia.
Cada etapa, cada estación y cada circunstancia en la vida de una pareja impone adaptación, manejar adversidades, habilidades y destrezas para cambiar y revisar actitudes emocionales.
Ser padres sanos y funcionales, impone apego, vínculos, sentido de pertenencia, modelo autoritativo: amor, afecto, reglas, disciplina, fiscalización, castigos, decir no, valores, sana crianza, responsabilidad, entre otras.
Pero ser parejas, implica amor, proyecto, vínculos sanos, tolerancia, buenos tratos, comunicación, espacios compartidos, capacidad y humildad para aceptar las diferencias.
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Con los años, cuando los hijos crecen, salen del hogar, son independientes y autónomos; entonces, muchas parejas aplican el modelo: “más padres y menos parejas”, afectando su relación, la convivencia, la calidad y calidez de vida marital.
El modelo que debe de ponerse en practica es: “más pareja y menos padres”; aquí, el equilibrio y la equidad es fundamental para compartir espacios, revisar los intereses, aprender a ponerle nombre y apellido a cada área y necesidad para prevenir y sanar a tiempo cualquier diferencia.
En la vida marital incide mucho la economía, los cambios socio-culturales, las redes sociales, la tecnología, los intereses de las familias y de amigos, el trabajo, la religión, el estrés, la sobrevivencia y la falta de compromiso para asumir un proyecto de dos personas; diferentes en personalidades, costumbres, hábitos, inteligencia y cerebro.
El logro fundamental sería el modelo: “Más padres y más pareja”. Cuidar la relación, aspirar y proteger la cultura de los buenos tratos, el respeto, la tolerancia, el no dañar, reconocer lo bueno y significativo de la pareja, afecto y amor, reciprocidad, sexualidad, admiración y apoyo cada momento.
Para lograrlo, hay que ser creativo, dinámico, revisar las actitudes emocionales, estar dispuesto a los cambios, adaptarse a nuevas circunstancias, crecer y madurar hacia dentro y hacia fuera; por supuesto, complicidad, buena comunicación, no dañar y perdonar para poder fluir.
Por décadas, en consultas, charlas, artículos, mis libros y seminarios he hablado de estos modelos, para lograr una convivencia más sana y más funcional. En los momentos actuales y futuros el desafío sería cómo desarrollar convivencia: “más padres y más pareja”.