El Estadio Olímpico Félix Sánchez de la capital resultó pequeño para los miles de feligreses católicos que acudieron ayer a conmemorar el centenario de la coronación de la virgen de La Altagracia, donde monseñor Edgar Peña Parra, enviado especial del Papa Francisco a República Dominicana, presidió la solemne eucaristía en la que enfatizó que la venerada imagen es una defensa en favor de la vida, la familia y de la dignidad de todas las personas sin importar su raza o condición.
“La vida en la Constitución de la República Dominicana es el primer derecho civil del que se hace mención y en su artículo 37 leemos: El derecho a la vida es inviolable desde la concepción hasta la muerte”, dijo en parte de su homilía desatando el aplauso de los presentes.
Al hacer mención de la familia, el obispo católico Peña Parra puntualizó que el cuadro de La Altagracia defiende los lazos que como institución sólida posee, pues es el apoyo y guardián de toda la comunidad humana y social donde se aprenden las primeras lecciones de fe.
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“El cuadro de La Altagracia es también una defensa al valor de la familia como institución y de los lazos familiares que han sido y son duramente probados, denigrados y marginados”, expresó.
Instó a la multitud a apoyar la familia y defenderla de todo lo que la ponga en peligro e invitó a salvaguardar sus delicados vínculos de hijos, padres y abuelos, para hacer la humanidad mejor y vivir bien.
Monseñor Edgar Peña Parra hizo un aparte para arengar a los jóvenes dominicanos, a los que calificó como “el futuro de este bello país y de la humanidad”. “Pido a nuestra señora de La Altagracia, que los bendiga y les dé fortaleza en la fe, que los conduzca a Jesucristo, porque solo en él ustedes encontrarán las respuestas a todas sus inquietudes y todos sus anhelos”, señaló el prelado.
Con este acontecimiento se clausuró del Año Jubilar Altagraciano y en el que estuvieron presentes la vice presidente de la República, Raquel Peña; la primera dama, Raquel Arbaje; los presidentes de ambas cámaras del Congreso Nacional, Eduardo Estrella y Alfredo Pacheco.
Devoción por la virgen
El candente sol no pudo doblegar la devoción del mar humano católico que, de todas partes del país, disfrutó de la ceremonia, donde un coro de 100 voces acompañó en los cánticos a cada artista y grupo que desfiló por la tarima, pero que sin dudas alcanzó el máximo nivel de emotividad de los presentes cuando la venerada imagen hizo su entrada, pasada las 11 de la mañana, encabezada por la banda de música de la Armada Dominicana, mientras era transportada entre muchas flores en un vehículo especial de la primera brigada del Ejército de la República Dominicana, que sirvió de especie de altar carroza.
El cuadro estaba flanqueado por oficiales de alto rango de la Armada y el Ejercito, toda una multitud de fieles le siguió en su paseo por el Estadio Olímpico, donde tras una vuelta completa la imagen de la virgen fue colocada en un área especial en la parte baja al frente de la tarima, para darle continuidad al oficio religioso, con mucho más solemnidad.
Al culminar la misa fue trasladada nuevamente a la Basílica de la ciudad de Higüey.
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Habla Luis Abinader
Previo a los actos en el Estadio Olímpico, se realizó una actividad en la Puerta del Conde, donde el comité organizador y autoridades gubernamentales encabezadas por el presidente de la República, Luis Abinader, rindieron honores a la virgen de La Altagracia y a través del delegado ante la Santa Sede se le entregó como ofrenda, una Rosa de Oro, la cual es una distinción papal que se le entrega a personalidades católicas prominentes.
El primer mandatario expresó que los dominicanos recuerdan el acontecimiento de la coronación hace 100 años de la virgen de La Altagracia, con una corona adornada con las prendas de los devotos.
“Esa devoción de ayer es la misma de hoy, porque los dominicanos recordamos cómo la virgen de La Altagracia ha sido y seguirá siendo nuestra protectora a lo largo de los siglos”, expresó Abinader quien destacó que con profunda devoción y alto sentido de agradecimiento quiso cumplir la petición de monseñor José Dolores Grullón, para dirigir unas palabras en ese acto.